Máxima Zorreguieta: la reina que se inventó a sí misma

A. Bottinelli CORRESPONSAL EN BUENOS AIRES

GENTE

Sin tener fortuna ni un rancio abolengo, Máxima fue educada en el mejor colegio y en la Universidad Católica, aprendió inglés y a esquiar, e hizo las amigas adecuadas. Aunque los Zorreguieta no lo supieran, estaban ayudando a su hija a convertirse en una reina

03 feb 2013 . Actualizado a las 13:21 h.

El pasado lunes, en el exclusivo barrio de Recoleta, en Buenos Aires, María del Carmen Cerruti, Pame, miraba la televisión sentada en el cómodo sillón de su sala, aprovechando los beneficios del aire acondicionado en este verano insoportable con más de 38 grados de temperatura. La elegante mujer creyó entonces escuchar una noticia que le hizo subir el volumen, lo que terminó de confirmarle su sospecha: su hija Máxima se iba a convertir en la reina de los Países Bajos. Unos minutos después respondía a la llamada de un periodista: «Le agradezco su interés. Me enteré por la televisión. También lo vi con mi esposo Coqui (Jorge Zorreguieta) por Internet. Todavía no pudimos hablar con Máxima. Estoy muy contenta, pero no quiero decir más nada ahora». La noticia también sorprendió a los argentinos que vieron cómo la reina Beatriz anunciaba a los holandeses que abdicaba en nombre de su hijo Guillermo Alejandro (45) y que la ceremonia de coronación será en Ámsterdam el próximo 30 de abril. Esto convertía a su compatriota Máxima Zorreguieta (41) en reina consorte, exactamente en la reina de los Países Bajos.

Sin embargo, a pesar de la felicidad por el reinado de su hija, María del Carmen y Jorge tampoco asistirán a esta fiesta real, algo que la propia princesa Máxima se apuró a decir al primer ministro holandés, Marck Rutte. Las prisas eran para evitar que se generara una discusión en los Países Bajos, como ocurrió cuando se celebró su boda con el príncipe. El enlace fue entonces recibido con dudas en Holanda, tanto por el pasado de la familia de Máxima como por su confesión católica -frente al protestantismo de la familia real holandesa-, unas reticencias que han ido desapareciendo con el paso del tiempo. Hoy la princesa es un personaje querido.

Máxima Zorreguieta, nacida en la ciudad de Buenos Aires, el 17 de mayo del año 1971, una bella rubia con orígenes españoles e italianos, se fue a Nueva York en junio de 1996 con un trabajo asegurado en el HSBC James Capel Inc. y, a partir de ese debut laboral, el relato muestra su rápida adaptación a la ciudad, donde conoció a Dieter Zimmermann. «Fue un noviazgo intenso», describen quienes conocieron a la pareja. La joven tenía una activa vida social y en una de esas salidas se reencontró con Cynthia Kaufmann, una excompañera del prestigioso y exclusivo Colegio Northlands, ubicado en la localidad de Olivos, al norte de Buenos Aires. A principios del 98, Máxima cambió de trabajo y pasó a ser vicepresidenta del departamento de Mercados Emergentes del Dresdner Kleinwort Benson, uno de los bancos de inversión más importantes del mundo. La argentina siguió cultivando su amistad con su excompañera del Northlands, quien finalmente un año después y, quizás sin quererlo, se convirtió en su Celestina: por sus altos contactos en la élite neoyorquina invitó a Máxima a una fiesta en Sevilla. Allí fue la joven amiga quien le presentó al heredero del trono holandés. «Tengo un tipo ideal para vos...», le dijo.

«¿Ese? ¡No me fastidies!»

La primera impresión que tuvo Máxima no fue muy auspiciosa. «¿Ese? ¡No me fastidies!», le dijo a su amiga de la infancia. El príncipe Guillermo, que ya conocía a la joven por fotos, la invitó a bailar y ella accedió. Luego de varios bailes juntos, algunos asistentes al evento comentan que se le escuchó decir: «Es de madera». Dicen que el príncipe rio y se enamoró sin remedio de aquella rubia de sonrisa grande. La historia de amor comenzaba hace ya 14 años. «Se llama Máxima, es argentina pero vive en Nueva York. Confía en mí y no preguntes nada», le anunció Guillermo Alejandro a su madre. Por la inédita seriedad que registró en el tono de su hijo, la reina Beatriz supo que esa chica era la elegida. Fue entonces cuando empezó el plan de «indagación e instrucción», según escriben algunos biógrafos.

A partir de ese momento todo se desenvolvió en medio del vértigo, pasaron 90 días y Máxima conoció a la reina en Italia y compartió unos días a bordo del Dragón Verde, el yate de la familia real, navegando por la costa Toscana.

Beatriz quedó encantada con ella, pero le marcó las reglas de entrada: «Tu amor por Guillermo también deberá reflejarse en el respeto al protocolo, que establezco yo», le dijo mientras que su marido, el príncipe Claus, le recomendó que aprendiera el holandés. Guillermo tampoco tardó en viajar a Argentina para conocer a los padres de Máxima. Un año después, Zorreguieta se estaba mudando a Bruselas y el 30 de marzo del 2001 se comprometió con el príncipe de Orange. Poco después, el 17 de mayo de ese año, Máxima se convirtió en ciudadana holandesa. «Guillermo es el gran amor de mi vida», dijo al explicar por qué accedió a renunciar a su nacionalidad argentina, requisito sine qua non para convertirse en reina consorte de Holanda.

Objetivo cumplido

Justo es reconocer el rol cumplido por la familia de Máxima, para que ella llegara adonde llegó, desde los tiempos de su abuela Carmenza, cuyo objetivo de pertenecer a la aristocracia de Pergamino, un pueblo de la provincia de Buenos Aires dedicado a la agricultura, fue una bandera seguida y retomada por su hija, María Pame, bella y rebelde como lo fue su primogénita. Jorge Coqui Zorreguieta conocía a Pame desde que ella tenía diez años, pero fue en 1963 cuando había cumplido los 35 y ya estaba casado y tenía tres hijas, cuando se fijó en aquella inquieta joven de 20. Finalmente, formaron una pareja sin papeles, porque en esa época no existía el divorcio en Argentina. Un año después de sancionada la ley, en 1987, formalizaron su relación. A pesar de no poseer una fortuna o abolengo que se remontara a la época de la colonia, Máxima fue educada en el mejor colegio, aprendió inglés y a esquiar, hizo las amigas adecuadas y se inscribió en la onerosa Universidad Católica Argentina para estudiar Economía. Aunque los Zorreguieta no lo supieran, estaban ayudando a su hija a convertirse en una reina.