El cacique no tiene quien le escriba

GALICIA

María Pedreda

El pillo galaico no ha sabido venderse, a diferencia de Curro Jiménez y sus sucesores institucionales

06 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

¿No habremos sido injustos con nuestros caciques de toda la vida? El remordimiento viene a cuento de lo sucedido en Andalucía, que no es otra cosa que un caciquismo a escala industrial muy alejado del gallego, más artesanal y sutil. La diferencia entre ambos puede deberse a que el fenómeno andaluz está ligado a la figura romántica del bandolero. El malhechor que se ve obligado por las circunstancias a transgredir la ley y que lo hace con ánimo altruista no es una figura que se haya inventado a propósito de Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Quienes han salido en tropel a defender su honestidad siguen una senda marcada por el costumbrismo literario y televisivo. Tanto Teófilo Gautier como Próspero Mérimée sitúan en Andalucía al forajido bueno que se echa al monte empujado por la injusticia, procurando después socorrer a un menesteroso que todavía no tiene a su disposición un estado del bienestar. Mediante el trabuco, asaltantes como don José o don Benito (los autores franceses respetan el tratamiento) aplican una reforma fiscal peculiar que luego desarrolla Curro Jiménez en la tele.

La idea cala. La lleva a la política Juan Guerra, el hermano de Alfonso que tiene habilitado su despacho en un organismo oficial para establecer una administración paralela, y andando los años el uso se instala en la Junta de Andalucía de la mano de los dos presidentes condenados. O sea, el bandolero deja Sierra Morena y cambia caballo por grupa oficial, sin que varíe la coartada. ¿Que hubo aprovechados que usaron los ERE para lucrarse? Tampoco todo era trigo limpio en la partida de El Tempranillo. Como en cualquier administración habría de todo, pero el bandolero principal tenía buenas intenciones, o no se enteraba de lo que hacían sus compinches.

El cacique gallego, en cambio, no tiene quién le escriba óperas o folletones exculpatorios en los que se oculte la parte oscura de su oficio y se resalte su utilidad social. Carece del glamur del salteador de caminos debido a su galaica discreción. Existe en Ronda un Museo del Bandolero que no tiene equivalente en un centro de interpretación del caciquismo galaico. Tal vez por esta diferencia en cuanto al márketing, mientras se cometía el latrocinio que ocasiona la condena de los mandatarios socialistas, Galicia seguía siendo para muchos el prototipo del estilo caciquil. La democracia gallega llevaba consigo la sospecha de que estaba hipotecada por una trama de caciques inevitablemente conservadores. Andalucía, sin embargo, era el escaparate progresista porque pocos se atrevían a insinuar que en el subsuelo existía una tupida telaraña clientelar. El cacique no supo venderse, a diferencia de Curro Jiménez y sus sucesores institucionales. Es hora de reivindicarlo para que no paguen justos por pecadores.

La bombilla de la libertad

Poco tiempo ha estado sola Isabel (¿cuál va a ser?) en su cruzada contra la oscuridad. El grupo de los iluminados se amplía con adeptos que rechazan el apagón indiscriminado. El telescopio espacial, por mucho que se aleje en la inmensidad del universo, seguirá detectando las luces que enciende Abel Caballero, un socialista al que nadie le quita el interruptor. Algo parecido hace el Gobierno vasco, contrario a la penumbra decretada por Sánchez. En ese Gobierno están los socialistas del PSE, donde milita un Patxi López que alza la voz contra la presidenta que va por la calle de Alcalá. Es decir, que no solo ella es «egoísta, casposa y negacionista», sino también socialistas de alto voltaje que siguen el mandato bíblico de «hágase la luz». ¿Corren todos ellos riesgo de electrocutarse con una denuncia? No, porque se acaba de acordar la desjudicialización de la política. Aunque hubiera una sentencia adversa, se incumple y no pasa nada, como en Cataluña. Nuestra estatua de la libertad lleva en la mano una bombilla.

Lutero en Ribarteme

Como el origen de la procesión dos cadaleitos dicen que se remonta al siglo XII, George Borrow pudo haberla conocido durante aquel viaje suyo que dio lugar a La Biblia en España. Si estuvo en Santa Marta de Ribarteme habrá hecho un gesto de repugnancia ante la superstición. Como buen protestante, el viajero que recorre Galicia en el XIX tenía alergia a esas practicas que tanto atacara Lutero, defensor de una religión sosa que no encajó en la idiosincrasia gallega a pesar de los esfuerzos de sus seguidores. La virtud del catolicismo fue el reseteo de viejas tradiciones para conciliarlas con Dios. El resultado son devociones como esta procesión que un párroco cancela al considerarla supersticiosa. Es lo que habrían hecho Lutero y Borrow, y lo que no hicieron otros pastores de la Iglesia gallega, gracias a los cuales la fe sigue viva a pesar de todo. Si después se proscriben también O Corpiño, la Pedra de Abalar, los exvotos de San André de Teixido o la misma ofrenda al Apóstol, hasta la Santa Compaña se hará protestante.