Aún nos queda mucho por hacer

Santiago Rey Fernández-Latorre

GALICIA

El editor de La Voz reivindicó el periodismo valiente, vivo y de mirada clara
El editor de La Voz reivindicó el periodismo valiente, vivo y de mirada clara ANGEL MANSO

«El periodismo de David Beriain es el nuestro, el del que sabe que su empeño es necesario», destacó el presidente y editor de La Voz de Galicia

18 nov 2021 . Actualizado a las 23:24 h.

Señor presidente da Xunta de Galicia; autoridades; estimada Rosaura; amigos:

Se para min o mellor momento do ano é sempre este instante en que subo a esta tribuna para homenaxear o mellor periodismo, poden imaxinar o que sinto hoxe, despois de termos pasado tantos meses confinados. Desde aquel outubro do dous mil dezanove, cando entregamos o Premio Fernández Latorre ao Museo do Pobo Galego, non tiveramos posibilidade de axuntarnos.

O ano pasado, tan nefasto en tantos aspectos, estivemos forzados a renunciar á celebración, e, pasado un tempo, houbo que converter nun acto íntimo o recoñecemento á galardoada, a vicepresidenta Nadia Calviño. Dela, galega e europea, valoramos moi especialmente a súa responsabilidade no exercicio do Goberno.

Despois de todo o illamento vivido, agora que recuperamos nunha pequena parte a normalidade, este acto é para min un fito. É unha volta á vida compartida con todos vostedes, nos que vexo, aquí reunidos, unha magnífica representación da sociedade galega.

E amais contén unha emoción moi profunda, porque esta entrega do Premio encerra todos os valores da profesión que amo: o periodismo.

Nombrar a David Beriain es elevar esta profesión a su mejor definición de arrojo, entrega y servicio. Eran tres de sus cualidades, y no las únicas, como sabemos todos los que compartimos horas con él en esta Casa.

Lo comprobé en segundos cuando propuse al jurado unir su nombre al reconocimiento más alto que tenemos en La Voz de Galicia: el Premio que guarda la memoria del fundador. Todos los que conocieron mi idea se sumaron a ella con entusiasmo, agradecimiento y admiración. Y diría también que con dolor, porque a todos nos habría gustado verlo aquí, con nosotros para recibirlo. Tenemos a su esposa, Rosaura Romero, a quien agradezco con todo el sentimiento sus palabras, y quiero transmitirle, de corazón a corazón, nuestro abrazo por todo lo que hemos perdido juntos.

La propia forma en que murió David explica cómo vivió; el ejemplo que era en todo. Atrapados en una emboscada yihadista cuando preparaban un reportaje sobre la caza furtiva de especies protegidas, su compañero, el cámara Roberto Fraile, cayó herido. Los guardias que los protegían se dieron a la fuga e instaron a David a ponerse a salvo. Pero él y el ambientalista irlandés Rory Young se quedaron. No podían dejar abandonado a su amigo. Y allí murieron los tres.

Ese era el David Beriain que conocimos. Llegó a la Redacción de La Voz con 24 años y fue nuestro corresponsal en los conflictos más sangrientos e inhumanos de nuestra memoria reciente. Le compramos un casco de guerra y un chaleco antibalas, y con un teléfono vía satélite se fue a Irak a contar lo que nadie cuenta de la injusticia y el sufrimiento. Entonces estuvimos tres días sin saber de él, mientras cruzaba la frontera desde Turquía, oculto en el doble fondo de un camión. Y luego nos envió las crónicas más arriesgadas y más intensamente humanas que se pueden recordar.

Ese era el periodismo de David. Y es el nuestro. La Voz de Galicia, que está a punto de cumplir 140 años, ha tenido siempre personalidades que aportar a la historia de nuestro país y de España. Desde el fundador, mi abuelo Juan Fernández Latorre, a Antón Villar Ponte, figura imprescindible de la cultura y el galleguismo. O Alejandro Barreiro, que fue director desde la Primera Guerra Mundial hasta nuestra dolorosa Guerra Civil. O tantos y tantos que se han formado en esta Casa y han visto crecer el periódico. Siempre en la vanguardia tecnológica, como sucedió con la llegada de las linotipias a España y sucede ahora con el funcionamiento de la mejor rotativa instalada en el país, o con nuestro desarrollo digital.

Todos los que pertenecen a la escuela de La Voz saben cuál es el periodismo que nos interesa. Es, como dice nuestro primer editorial, el que se funda para defender los nobles y desdeñados intereses de Galicia. Y es un periodismo de mirada clara, de espíritu abierto, de juicio sereno, de gusto por la vida. De arrojo al reclamar nuestros derechos y nuestro desarrollo, como sucedió con la catástrofe del Prestige, o en los últimos años con nuestra insistencia en el AVE, que yo he llamado POVE, poca velocidad, y que ahora parece que puede llegar por fin, no sin un inexcusable retraso.

Ese periodismo de mirada clara no deja de ser una obligación personal mía. Y una bendición. Porque cada vez es menos frecuente en la sociedad española. Prácticamente todos los meses, o todos los días, se anuncia la aparición de algún periódico digital nuevo, y sin embargo no estamos en un buen momento para la comunicación. No lo digo por las dificultades económicas, que las hay, sino porque, en muchos casos, esos inventos de vuelo corto tienen como finalidad oculta ponerse al servicio de lobis, obedecer a intereses políticos no siempre confesables y sucumbir a estrategias económicas incompatibles con el servicio a la opinión pública.

No es de extrañar que vivamos en un tiempo tan descorazonador para la sociedad. Crece el descrédito de la política, no va mejor encaminada la concepción de la justicia, y abundan las pruebas de que detrás de discursos grandilocuentes solo hay intereses personales. La experiencia vivida con la pandemia habla por sí sola de cuántas personas han quedado desasistidas y cuánto nos queda todavía por hacer.

Nos queda mucho. Y en La Voz de Galicia lo sabemos muy bien.

¿Habría llegado el AVE, aunque sea con tanta demora, si nuestras páginas no fuesen un insistente recordatorio de las necesidades de la sociedad gallega? ¿Habría reparado alguien en la injusticia de los peajes que pagamos en Galicia? ¿Se habrían tomado mínimas medidas para que nuestra comunidad se aleje de los peligros de otra catástrofe ambiental? ¿Habría sido tan satisfactoria la vacunación en Galicia sin la premura que reclamaba nuestro cronómetro diario, que contaba pormenorizadamente el número de vacunas que se habían inyectado y las que faltaban?

Son solo cuatro ejemplos. Está en nuestra propia constitución plantearnos objetivos para Galicia, y así lo hacemos continuamente. Desde asuntos de ámbito local en cada ciudad o comarca de nuestra tierra hasta otros de mayor envergadura que apuntan al desarrollo y a la vertebración del país. Algo ineludible en un momento de cambio radical en todos los sectores y actividades.

Queremos vitalidad para Galicia y la queremos para España. Mientras otros hablan de escisión, nosotros hablamos de cooperación y entendimiento. Mientras unos prefieren una España hemipléjica, con el noroeste abandonado en la periferia, nosotros reclamamos desarrollo en pie de igualdad. Mientras algunos creen que el campo y la pesca son cosa del pasado, nosotros oponemos que son del futuro. Mientras algunos piensan que la innovación cae lejos, nosotros sabemos que la tenemos en casa; no hay más que mirar nuestra fortaleza en el mundo de la creación textil y de la moda, la automoción, la construcción naval, la sanidad, la educación o la investigación en nuestras universidades.

No: Galicia no es la periferia. Es el centro de nuestras vidas. Y, aunque uno de nuestros males que tenemos que corregir es el envejecimiento, tiene increíblemente un joven corazón latiendo.

Y tiene un periódico vivo, que, editado en Galicia, ha escalado este año a la tercera posición en difusión, muy por delante de cabeceras sonoras que se llaman a sí mismas nacionales porque confunden Madrid con España. Un periódico que tiene a diario en torno a ochocientos mil usuarios de su página web. Un periódico que no es grande por ser mío: es grande por ser suyo. De sus lectores.

Así, siendo de Galicia, va a alcanzar el próximo 4 de enero los 140 años de existencia. Si para cualquier empresa llegar a centenaria es un hito muy difícil de alcanzar, para un medio de comunicación, tan sometido a los avatares de la historia, haber contado el día a día en tres siglos distintos es el mayor orgullo. Y la mayor apuesta de futuro.

Como presidente y editor de La Voz de Galicia, ahora que estoy muy próximo a los 60 años de dedicación a esta Casa, puedo decir que para un periódico no hay forma de llegar tan lejos si no es radicalmente joven. Si nunca se ha quedado atrás, se renueva constantemente y siempre está pensando en el día siguiente. Así trabajamos y así vamos a seguir haciéndolo. Como hacía David Beriain, que nunca se arredró porque sabía que su empeño y su vocación eran absolutamente necesarios.

Siempre lo llevaremos en el recuerdo.

Gracias a su esposa, Rosaura Romero, con quien, a través de él, nos une tanto.

Gracias a todos ustedes.

Y bienvenidos a nuestros inminentes 140 años.

Bienvenidos al Imprescindible Periodismo.

Muchas gracias.