«No puede ser que nosotros vivamos como si Galicia fuese casi de otro continente», asegura el presidente valenciano
01 oct 2021 . Actualizado a las 12:31 h.«Hay vida más allá de Madrid y vida inteligente además», proclama Ximo Puig (Morella, 1959) como declaración de defensa del autonomismo, un paso previo al federalismo que cree que de alguna manera ya está aquí.
—¿La asimetría del estado autonómico es una patología o una excusa de quienes quieren dar normalidad a las desigualdades territoriales?
—El estado autonómico es lo que ha hecho avanzar más a España y está cimentado en la singularidad de territorios y la igualdad entre los ciudadanos. La pluralidad de España es un valor y de lo que se trata es de que los ciudadanos tengan los mismos servicios públicos, la misma calidad e igualdad de oportunidades.
—Pero cómo se puede contentar al mismo tiempo a los que gozan de fueros, los que cuentan con otros reconocimientos históricos, los que demandan más por tener más población, los que piden ayudas por el envejecimiento poblacional...
—La confianza federal se basa en pensar en los intereses propios y en los generales, eso es lo que hay que buscar. Ahora todo es evaluable y si de verdad queremos equidad habrá que buscar fórmulas que puedan garantizar que España tiene un estado de bienestar lo más sólido posible.
—El federalismo no lo admite la mayoría de los presidentes.
—Lo más parecido a lo que somos es un país federal, pero sin los instrumentos federales, lo cual sí que es un problema. Que no tengamos un Senado federal, una conferencia de presidentes institucionalizada, todo eso es lo que genera más anomalías. Federar es unir, es lo distinto al independentismo, pero hay que articular espacios federales. Es lo que habría que ajustar con pactos autonómicos de nueva generación.
—¿Ve peor tratada la Comunidad Valenciana que Andalucía, Galicia, Murcia o cualquier otra?
—Es una cuestión objetiva: la Comunidad Valenciana es la peor financiada de España. Pero esto no puede ser una confrontación entre territorios, hay que ver por qué los resultados no han sido los previstos, por qué algunas comunidades se quedaron descolgados. La pandemia ha demostrado que hay que tener un estado del bienestar lo más fuerte posible y para eso se necesitan recursos.
—Es evidente que la financiación afecta al final a la ciudadanía, pero si un gallego compara las pensiones medias de la comunidad con las valencianas o las vascas verá otra desigualdad.
—No. Será con las de un vasco. El imaginario español hace parecer que somos el Levante feliz, pero cuando se ven los datos resulta que tenemos menos renta per cápita que Galicia. El estado autonómico no está propiciando un ascensor territorial. No hay un proceso de convergencia y hay que actuar sobre eso. No puede ser que una comunidad vaya creciendo permanentemente como el caso de Madrid, otros estemos absolutamente estancados y otros a la baja.
—A su reunión con el presidente andaluz para pactar una postura reivindicativa se reaccionó desde su propio partido pidiendo que no haya confrontaciones.
—Tiene que haber mucho más diálogo. Lo lógico es la interrelación entre comunidades y no puede ser que nosotros vivamos como si Galicia fuese de otro continente casi. España parece que se ha fronterizado y no se ha establecido una relación bilateral entre comunidades.
—¿Y que se establezca una mesa de diálogo directa y especial con Cataluña no genera recelos en las demás autonomías?
—Bilateralidad existe con todas las comunidades. Lo que no se puede es disfrazar la realidad y negar que existe un conflicto en Cataluña. Y ahí la única vía posible es el diálogo y lo apoyo porque esa situación afecta a toda España.
—¿Intranquiliza en Valencia, como territorio limítrofe con Cataluña, el objetivo del referendo que persigue el independentismo catalán?
—El Gobierno de España nunca aceptará lo que no puede aceptar en términos constitucionales.
—La pandemia sirvió como excusa para los partidarios de recentralizar y desandar el camino de las transferencias.
—Pulsiones centralistas existen, han existido y las habrá. Y cuando algunos planteamos que se desconcentre el poder del Estado surgen elementos muy potentes que incluso quieren eliminar la posibilidad de ese debate. La pandemia ha demostrado que las comunidades autónomas han funcionado adecuadamente. Por ello, de las lecciones políticas de la pandemia se concluye: más cogobernanza, más instrumentos federales, más capacidad de entenderse, en definitiva institucionalizar, apartando el partidismo y ver más allá, porque no estamos en permanentes elecciones. No se pueden vampirizar las instituciones.
—¿Y no sería adecuado pactar pautas para centralizar compras o definir mejor cuándo es necesario limitar las libertades, como ocurrió con la pandemia?
—Cuando pase la pandemia hay que hacer un análisis evaluador de todo lo que ha pasado. A partir de ahí, a lo mejor, hay que normativizar y legislar algunos aspectos. Pero con la legislación actual hemos funcionado y se ha demostrado que las élites mediáticas madrileñas que hablaban del desvarío de las 17 comunidades no estaban en lo cierto y se ha hecho una gestión razonable porque somos los que estamos pegados al territorio. Esto no se puede centralizar, funcionaría peor.
—¿Entonces hemos llegado a una situación que propicia asumir más competencias?
—Más que competencias de lo que se trata es de ganar credibilidad para el Estado autonómico. Creo que tenemos competencias suficientes. Lo que se requiere es lealtad federal.
—¿Y más acuerdos entre PP y PSOE, como se ha demandado en este Foro La Toja?
—Me gustaría que lo que decía Madariaga de esa conversación que necesita España se produjera en todos los ámbitos. Las autonomías podemos ayudar a esa conversación. El Estado somos todos, también las comunidades autónomas.
—¿Ve capaces al líder del Gobierno y al de la oposición intentar dialogar siquiera?
—No me gustan las equidistancias. A cada uno se le debe valorar por lo que hace y el presidente Sánchez está intentando buscar puntos de acuerdo, y ese es el camino.
—Hablando de Pedro Sánchez, ¿hay una cordialidad inusual en el PSOE o es que se ha laminado toda posibilidad de discrepancia?
—El PSOE es consciente de la enorme responsabilidad que tiene con los ciudadanos y el país. Para cualquier socialista en estos momentos lo esencial es apoyar una senda de progreso y bienestar y que nadie se quede al margen. La socialdemocracia tiene la legitimidad del resultado de esta salida de la crisis, que ha sido bien diferente a la anterior.
—Donde sí hay discrepancia es en el PSdeG, tercera fuerza política y dividida ante su futuro.
—No puedo pronunciarme. Pero los partidos son instrumentos para mejorar la sociedad y representar los intereses de esa sociedad. Es muy importante para Galicia que al PSdeG le vaya bien y desde esa perspectiva lo importante es que hay que sumar siempre. Las posturas irreconciliables no las entiendo. No se pueden fosilizar bloques ni generar dinámicas internas que generen desilusión colectiva.
—¿No crea una gran desafección de la política ver que el precio de la luz no deja de crecer y la política no lo acaba de corregir?
—La desafección es un fenómeno recurrente. Pero hay que dar solución a los problemas concretos de las personas. Vamos hacia el invierno y tenemos que tener la seguridad de que tenemos respuestas para que la gente tenga calefacción y no elegir si come o se calienta. Pero añadiría, ustedes no tienen en Galicia afortunadamente los enfrentamientos políticos estériles al no estar representada la extrema derecha. La crispación y mucho insulto que ha introducido la extrema derecha ha ejercido en algunos sitios un papel de atracción al PP, que a veces genera una tensión que no existe en la sociedad y aleja a la ciudadanía. Pero no hay alternativa a la política, es como el colesterol, la hay buena y mala.