Ofrenda al otro apóstol

GALICIA

Feijoo, como el apóstol Santiago, ejerce un doble patronazgo sobre Galicia y España

17 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Por qué le llaman congreso cuando es una peregrinación? Peregrinos llegados de todas las latitudes populares llegan a Compostela como lo hizo don Gaiferos de Mormaltán, al que canta Faustino Santalices con su zanfoña. Ahora proceden tanto de tierras todavía en manos de los infieles de la izquierda, como de otras que han sido reconquistadas pero que hay que compartir con mesnadas incómodas siempre dispuestas a sublevarse. A todos esos lugares llegó la noticia de que en Galicia hay otro apóstol que realiza milagros políticos y gana batallas sin necesidad de ir a la grupa de un caballo blanco ni de blandir la espada. Así que hasta aquí peregrinan para realizar su ofrenda, abrazar al santo patrón del PP y darse un croque de paso para adquirir algo de la sabiduría que les falta.

Santiago, el apóstol original, llega desde fuera, es descubierto mediante una casualidad y respaldado por poderosos purpurados, tras lo cual se aclimata, se galleguiza, se impone sobre el minifundismo de cultos parroquiales y decide quedarse. Todos esos pasos fueron seguidos por Feijoo, en torno al cual no se levanta una catedral, sino mayorías absolutas edificadas por votantes tan anónimos como los artesanos catedralicios. Para completar la equivalencia tanto uno como el otro ejercen un doble patronazgo sobre Galicia y España, ya que ninguno de los dos comulga con tesis nacionalistas que abogan por santos y líderes enclaustrados en sí mismos.

El empeño en llamar congreso del partido a lo que es una peregrinación impide que haya romeros más variados, gentes de otras confesiones que sin embargo tienen en Galicia su utopía inconfesada. En los sueños utópicos de Pedro Sánchez, antes de despertar a la cotidiana realidad, habrá un gobierno monocolor como el gallego en el que todos los miembros disfruten de una chuleta al punto y coincidan en que Cuba no es una democracia. Yendo al hogar del «hijo del trueno», otra posible interpretación del Pórtico de la Gloria sería verlo como el símbolo de un ejecutivo celestial bien avenido, cuyos miembros dialogan, sonríen y se aprestan a interpretar la misma composición bajo la mirada atenta del ser supremo. Tal vez el Mestre Mateo quiso esculpir un ideal de gobierno al que solo Galicia se aproxima.

Al noroeste la única coalición es la que existe entre Santiago y Feijoo. Los dos tienen su baza principal en ser galegos coma ti. Ni el apóstol se mete en política, ni el presidente pretende erigirse en cabeza de la Iglesia gallega emulando a la reina de Inglaterra, con la que casi comparte longevidad en el reinado. Quien era visto como un transeúnte que enseguida haría su viaje de vuelta a Madrid, bendice ahora a los visitantes y sortea la pregunta de si su apostolado tiene limitación de mandatos o es eterno como el otro.

Coalición de «gobiernos»

Todos los ministros que han sido expulsados del paraíso hubieran permanecido en el Edén de haber entrado en el Gobierno por la puerta de Unidas Podemos. Todos los ministros de Unidas Podemos estarían ahora mismo en casa si su filiación fuese socialista. Los parcos argumentos de Sánchez para jubilar a su guardia pretoriana serían suficientes para relevar al otro gobierno, pero ocurre que esa otra mitad no es suya, sino que opera como un Gibraltar incrustado sobre el que no tiene nada que decir. Hagan lo que hagan los gibraltareños, estarán blindados en su roca hasta que las organizaciones populistas, dóciles a su voluntad, decidan otra cosa. Nada nuevo para los gallegos que vivieron las experiencias bi y tripartitas. La verdad inexorable es que no hay coalición de gobierno, sino de gobiernos y el presidente solo lo es de forma nominal. «O presidente», rezaba el cartel electoral de Touriño, en un intento de diluir la doble presidencia de su gabinete. La autoridad que exhibe ahora Sánchez se queda en la Verja.

«¡Socialismo o muerte!»

De acuerdo con un chiste irreverente, cuando Fidel concluye una de sus letanías con el tradicional «socialismo o muerte», alguien oculto responde: «¡Valga la redundancia!». Era entonces una revolución sostenida por un mito duradero con todos los ingredientes de las grandes epopeyas clásicas, que contaba incluso con trovadores que loaban el régimen. Ahora la mitología solo se mantiene entre esos curiosos comunistas españoles que se enfadan cuando se les llama comunistas. Se afanan en descubrir en cualquier rincón vestigios de las dictaduras del pasado y protegen a las del presente, lo que demuestra que no todo el antifranquismo es democrático. Al menos allá en Cuba se cumple su deseo de comer poca carne. Para el cubano la proteína más abundante es la retórica de dirigentes sin el pedigrí guerrillero de Sierra Maestra, ni las dotes mágicas del comandante que «mandó a parar». Durante un tiempo el comunismo fue en la isla el opio del pueblo pero ahora ya no hace efecto. Es un cuento que ni siquiera es chino.