Pared con pared
Desplazarse por cualquier módulo de Teixeiro implica esperar a que se cierre una puerta para que se abra la siguiente. El módulo 2 comparte edificio con el Nelson Mandela. Dos mundos separados por un muro. Se percibe otro ambiente, también otros rostros, muecas, formas y miradas de reojo. Todos hombres, solo una mujer, Mercedes, destaca entre ellos. Uniformada y tranquila se desliza por el sala entre partidas de cartas, corrillos y humo con nicotina. «No intimidan, llevo demasiado tiempo, todos llevamos mucho tiempo y es nuestro trabajo. Ellos fueron los primeros que supieron escuchar, entendieron que el virus era igual de malo para nosotros. Se hicieron muchas asambleas, el director se reunión con ellos, nosotros y educadores. Se hizo todo lo posible y ellos lo vieron, entendieron y agradecieron».
El discreto trabajo en la farmacia y la enfermería supone otro puntal para aislarse del covid. Isabel, supervisora de la enfermería, confiesa que sería imposible contabilizar los test de antígenos y PCR hechas. El director del centro, José Ángel Vázquez, observa todo. Va y vine, entra y sale, le llaman, llama, y sus compañeros dice que «a cabeza non lle para». Él echa balones fuera: «El factor suerte ayuda, se pueden aplicar todas las precauciones del mundo y tener un brote por cualquier despiste o hecho fortuito. Hasta ahora no podemos quejarnos, y sí dar las gracias a los funcionarios e internos por su estrecha colaboración».