¿Hemos aprendido algo?

José Pablo Abeal TRIBUNA

GALICIA

05 ago 2016 . Actualizado a las 04:00 h.

En los últimos años nos hemos ido acostumbrando a convivir con las estadísticas. Su uso ha crecido exponencialmente a todos los niveles. Todo el mundo utiliza los números y porcentajes para bendecir la veracidad de sus argumentos y vencer en la despiadada lucha que protagonizan los variados conflictos de intereses entre los agentes económicos.

El sector de la construcción no es ajeno a esta dinámica. Si tuviésemos la paciencia para recuperar cronológicamente lo que se ha dicho sobre sus virtudes y pecados nos sorprenderíamos al observar las similitudes argumentales durante las mismas fases de los diferentes ciclos constructivos habidos en los últimos cincuenta años.

Somos hijos de nuestro tiempo y movernos en lugares comunes siempre es una red de seguridad para no equivocarse. En estos momentos, y después de un duro ajuste del mercado inmobiliario, caracterizado por su escaso nivel tecnológico, parece razonable que los potenciales demandantes que han conservado o mejorado su situación durante la crisis lleven algún tiempo buscando la mejor ganga. Este incremento de las transacciones comúnmente se asocia con una mejoría en la economía del ciudadano medio, aunque sea más un deseo que una realidad si no tenemos en cuenta otros muchos factores. No obstante, detrás de todo lo que signifique construir utilizando cemento existe un confuso entramado de elementos y relaciones que deberían clarificarse para dotar a este sector de un nuevo enfoque.

Como en cualquier mercado, nos encontramos con unos agentes que compran y otros que venden. Sin embargo, el bien vivienda tiene un encanto especial. Es fundamental para nuestra existencia y, además, una especie de amigo entrañable al que darle nuestros ahorros para que los multiplique. Con el último ciclo expansivo y la posterior crisis, algunos tópicos han tenido que revisarse dolorosamente. El precio de la vivienda no tiene por qué subir eternamente, la opción como depósito de valor no está asegurada, la falta de cultura financiera es peligrosa, ya no somos el ombligo del mundo, la fiscalidad no es neutral, los bancos buscan maximizar beneficios y no el bien común, el dinero fácil corrompe voluntades y el crédito sin límites nubla el discernimiento.

Aunque los números vuelven a ser optimistas, todavía no se ha realizado una reformulación profunda en este sector, especialmente desde las Administraciones. Importante y necesaria asignatura pendiente para evitar la irracionalidad colectiva de nuevo.

José Pablo Abeal es Profesor de Economía de la UDC.