Objetivo: demonizar a PP y Podemos

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

GALICIA

Pedro Sánchez y Albert Rivera se reparten los papeles para desgastar a sus rivales por la derecha y la izquierda, con el cálculo de que ambos crecerán moderadamente y llegarán a los 170 escaños

07 mar 2016 . Actualizado a las 10:36 h.

Como era previsible, la doble sesión de investidura celebrada esta semana solo sirvió para poner en marcha la cuenta atrás hacia unas nuevas elecciones. Saber que el tiempo para negociar está ya limitado a 55 días servirá al menos para que los partidos empiecen a jugar en serio la partida y se dejen de teatrillos. El postureo permanecerá durante algunos días, pero las cartas empiezan a estar boca arriba. Y el PSOE las ha descubierto antes que nadie. Pedro Sánchez ha comprendido que el pacto con Podemos no solo es inviable, porque le dejaría a merced de partidos independentistas catalanes a los que el futuro de España se la trae el pairo, sino que le costaría el liderazgo del PSOE. Y por ello apuesta por Ciudadanos, que le garantiza un período de estabilidad al frente de su propio partido.

¿Y a qué juegan el PSOE y Ciudadanos de cara al futuro si entre ambos apenas suman un tercio de los diputados del Congreso? Pedro Sánchez y Albert Rivera han formado, no sin muchas dudas previas, una sociedad con la clara intención de demediar al PP y a Podemos, objetivo que consideran ineludible para poder formar Gobierno después de unas nuevas elecciones. Esa estrategia ha quedado meridianamente clara durante la sesión de investidura, en la que muchos, empezando por el propio Rajoy, se sorprendieron de la virulencia del discurso de Rivera contra el PP. Lo que para algunos es una incomprensible ruptura de puentes con los populares, a los que hasta hace poco se consideraba como sus aliados naturales, es en realidad el calculado fruto de un reparto de papeles entre Ciudadanos y el PSOE de cara a los nuevos comicios, en los que Albert Rivera competirá con el PP por el espacio de centro derecha, mientras el PSOE intentará recuperar la mayor parte de los votos de centro izquierda que se han fugado a Podemos, para sumar luego sus respectivos botines. La tarea es por tanto demonizar al PP, de lo que se encarga Rivera, y demonizar a Podemos, de lo que se encarga Sánchez.

¿Tiene futuro esa estrategia a dos bandas? Sí, aunque para ello es imprescindible que ninguno de los dos fracase en su objetivo. Veamos cuáles son sus cálculos. La inteligencia con la que Rivera está jugando sus cartas tras el 20D y el desgaste que ha producido al PP en la sesión de investidura con su ataque frontal podrían llevarle a estar cerca de los 60 diputados. La mayoría de esos 20 nuevos escaños, según sus cálculos, procederían del PP. Y el protagonismo asumido por Sánchez como candidato a la investidura, unido a los excesos de Pablo Iglesias y el desencanto de muchos militantes del partido morado, podrían llevar a los socialistas al entorno de los 110 escaños. Y muchos de esos 20 diputados ganados procederían precisamente de Podemos.

Si en unas nuevas elecciones se cumplen esas expectativas, que por ahora son solo el cuento de la lechera, entre ambos alcanzarían ya 170 escaños. Y, en ese caso, al tándem Sánchez-Rivera le bastaría con sumar a Coalición Canaria y al PNV, por ejemplo, para gobernar con mayoría absoluta, incluso aunque gane el PP, y sin depender de los independentistas catalanes. En el duelo entre Ciudadanos y PP está por tanto el futuro de España.

Euskadi puede marcar otra vez la fecha de las gallegas

Si Alberto Núñez Feijoo no decide pronto la fecha de las próximas elecciones gallegas, se la volverán a fijar desde el País Vasco, tal y como ocurrió en el 2012, cuando el entonces lendakari Patxi López adelantó los comicios y forzó a Feijoo a que ambos procesos se celebraran el 21 de octubre. En el 2009, también coincidieron vascas y catalanas, aunque en esta ocasión Pérez Touriño desenfundó antes que Ibarretxe. Es muy posible que la situación en el País Vasco, con Otegi fuera de la cárcel y tratando de encabezar la lista de Bildu, lleve al lendakari Íñigo Urkullo a adelantar las vascas, bien para hacerlas coincidir con las generales del 26J, o para hacerlas algo después. En ambos casos, Feijoo se vería arrastrado.

Besteiro se abona al golpe de efecto como estrategia

Dice Besteiro que es mejor retrasar las primarias del PSdeG para elegir al candidato una vez que se aclare la formación de Gobierno en España. El líder de los socialistas gallegos se abona así a la estrategia de Pedro Sánchez de soslayar las presiones internas con golpes de efecto. Aunque si el líder del PSOE utilizó la táctica de dar la voz y el protagonismo a la militancia para salvarse, el del PSdeG hace lo contrario: hurtar a las bases la decisión sobre su futuro. La estrategia de Besteiro, además de sorprendente, es inviable, porque la formación del Gobierno español se decidirá de manera casi simultánea a la del gallego, incluso en el improbable caso de que las elecciones gallegas no lleguen a adelantarse.

De momento, no hay beso entre Beiras y Pablo Iglesias

La calculada performance puesta en marcha por Pablo Iglesias en el Congreso con su morreo con el catalán Xavier Domènech en plena sesión de investidura comprende algunos mensajes subliminales. El atribulado portavoz de en Comú Podem que recibió el ósculo del líder de Podemos es en realidad solo el mensajero de un beso que está claramente dirigido a Ada Colau, a la que Iglesias le declara así su amor de cara a las nuevas elecciones. No hubo beso, sin embargo, y ni siquiera guiño, para la portavoz de En Marea, Alexandra Fernández. De haberlo habido, se habría entendido también que el destinatario de ese beso político estaba en Galicia. Pero, de momento, no hay beso entre Iglesias y Beiras.