Las cuentas de la alta velocidad

Xosé C. Fernández

GALICIA

02 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

EEl pasado 19 de agosto, en Celanova, a 30 kilómetros de las obras del ferrocarril de alta velocidad a Galicia y a más de 300 kilómetros de donde circulan los AVE por España, el presidente del Gobierno se permitió jugar con las cifras, intercambiando conceptos y transmitiendo un conocimiento algo sesgado a la mayoría de gallegos, que desconocen los vericuetos de las cuentas estatales.

Rajoy no miente cuando dice que, con destino a la construcción de la línea de alta velocidad a Galicia, las Cortes españolas han aprobado en los Presupuestos del Estado entre los años 2012 y 2015, tanto para Galicia como para Castilla y León -por donde transcurre la línea durante los primeros 238 kilómetros- la cantidad de 3.500 millones de euros. Lo que no ha dicho el presidente es que, de esas abundantes partidas asignadas sobre el papel para la construcción de nuestra línea férrea, durante esos mismos años, Fomento en realidad no ha invertido nada más que la mitad, o un poquito más. Del orden de los 2.100 millones, que corresponden a un modesto grado de ejecución del 60 %.

Pese a la manida Ley de Transparencia, Fomento, es decir, el Gobierno, no viene informando de lo que de verdad sería útil conocer: ¿Cuántos millones ha abonado en las certificaciones mensuales a los diferentes contratistas que intervienen en las obras?. Esa suma es lo que realmente está haciendo este Gobierno por Galicia. Lo demás son buenas palabras.

Cifras desconocidas

Solamente conocer esas cifras, que manejan con exactitud e inmediatez los ministerios de Fomento y de Hacienda, pues los contratistas cobran al mes o poco después, permitiría reconocer y felicitar al presidente Mariano Rajoy y a la ministra Ana Pastor, si de verdad reflejasen una gestión diligente.

Pero observar y constatar que los plazos de los contratos de ejecución se superan en años, que buena parte de los tramos se ralentizan o se mantienen paralizados meses, y pese a ello intentar que los ciudadanos de buena fe crean que los plazos globales se van a cumplir es un premeditado ejercicio para aprovecharse de su ignorancia.