Cuatro hombres de distintas edades, subidos al teito de una palloza miran fijamente a la cámara, interrumpiendo por ese instante fotográfico, las faenas de reparación de la cubierta. En sus manos herramientas y «colmo», la paja que conforma y protege con una espesa capa a la palloza. En sus miradas la sabiduría que da el conocimiento de un oficio secular , el orgullo y la alegría que da el trabajo en equipo, con los tuyos, en aquello que dominas y sientes propio. Esos cuatro hombres, tan poderosamente retratados por Juan Rodríguez, son tres generaciones de una misma familia de teitadores de pallozas, de allá por tierras, montes de Piornedo. Desde que a primeros de enero por este mismo diario tuve conocimiento de las denuncias sobre el abandono y amenaza de ruina de las pallozas del Piornedo, cada vez que leía una nueva noticia al respecto, no he dejado de tener presente esta imagen y las miradas sabias que ella contiene. No es momento para recalcar una vez más la importancia de las pallozas, el privilegio que supone para todos nosotros como pueblo que estas construcciones de origen milenario se hayan conservado en nuestro vivir cotidiano, que sean patrimonio palpitantemente vivo, huella activamente presente de nuestro habitar en estas tierras. Es momento de reclamar su inmediata reparación, de reclamar a las administraciones, todas, que de una vez acudan raudas al cumplimiento de sus obligaciones. Inexplicablemente aún no lo han hecho. Es urgente. No quiero ser demagogo, pero casi seguro que con la cuarta parte que nos gastamos en la simple limpieza de eso que llaman Ciudad de la Cultura serviría de sobras para la rehabilitación de todas las pallozas de Galicia, estas sí verdaderas venas, músculos de nuestra cultura popular.
*Carlos Pita es presidente de la delegación coruñesa del Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia