El rey invoca el espíritu de Angrois

M. Cheda SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Feijoo, a la izquierda, y los reyes siguieron con atención el funcionamiento del botafumeiro en la ofrenda de ayer.
Feijoo, a la izquierda, y los reyes siguieron con atención el funcionamiento del botafumeiro en la ofrenda de ayer. Lavandeira Jr. < / span>Reuters< / span>

Felipe VI alaba la «extraordinaria muestra de solidaridad, civismo y nobleza» de Galicia hace un año, apela a la España «unida y diversa» y llama a combatir el paro

26 jul 2014 . Actualizado a las 14:01 h.

Había acudido a Compostela a invocar al Apóstol como remedio de todos los males y terminó apelando al espíritu de Angrois, un espejo. En su primera ofrenda a Santiago en calidad de rey, Felipe VI ensalzó ayer el ejemplo ofrecido por Galicia al mundo en la reacción a la tragedia ferroviaria del 24 de julio del 2013. Además, insistió en reivindicar de nuevo la España «constitucional, unida y diversa», elevó el Camino a referente de esa concordia y humedeció un tanto la pólvora de los cohetes de la última EPA: tanto en recuperación del empleo como en superación de las desigualdades todavía queda mucho por avanzar, advirtió. Ferviente defensor de las lenguas cooficiales, para el cierre de su discurso recurrió a la de Rosalía. «O futuro -proclamó- pertence sempre aos audaces».

Hace hoy un año, 48 horas después del dramático accidente del Alvia, Felipe de Borbón, entonces aún príncipe de Asturias, se había desplazado hasta la capital de la comunidad para alabar la «espectacular reacción espontánea» de la sociedad civil ante el descarrilamiento del tren. Ayer, ya en su condición de soberano, regresó al mismo lugar y sobre igual idea. «Esta tierra en aquellos días nos dio una extraordinaria muestra de solidaridad, civismo y nobleza», dijo, para de inmediato apostillar: «Nos llenó de orgullo a todos los españoles. Galicia, gracias de corazón».

El monarca, además, recordó «con un sentimiento de profundo dolor» a los 79 fallecidos y a los 148 heridos en el siniestro de la curva de A Grandeira, el cual «colmó de luto a tantas familias, conmovió a toda España y ensombreció esta fiesta», el Día de Galicia. En memoria de las víctimas rindió «testimonio de homenaje y respeto», a sus allegados les brindó fraternidad y a «todos los afectados» les prometió un hueco para siempre entre sus pensamientos.

El jefe del Estado entró en la basílica compostelana con el drama de Angrois «muy presente», pero también con otras cosas en la cabeza. Trajo a la seo, por ejemplo, su alegato sobre la España que quiere, esa que ya había esbozado en su proclamación, cinco semanas atrás, ante las Cortes Generales. Se trata de una nación producto de «la variedad y riqueza de sus pueblos», «una gran comunidad social, cultural y política». Un lugar, adujo, donde caben «todos los sentimientos y sensibilidades», «todas las formas de sentirse español».

El símbolo del Camino

Para Felipe VI, el Camino de Santiago representa un poco todo eso, la concordia. A su modo de ver, es «respeto, comprensión, solidaridad, diálogo entre cultural y lenguas»... En definitiva, un «símbolo de fraternidad entre pueblos y personas del mundo entero», amén de un «legado histórico, cultural y espiritual que posee un enorme y singular valor». Se deshizo en elogios a las sendas de peregrinación a Compostela. No en vano, la Xunta lo ha nombrado embajador de honor de las rutas jacobeas, «algo que llevo con muchísimo orgullo», reconoció.

No era la primera vez que se dirigía al patrón de España desde ese mismo atril. Si bien como heredero de la Corona, por delegación de su padre, el actual regente ya había invocado al Apóstol en tres ocasiones anteriormente: en 1989, 1990 y 1991. En su alocución de ayer omitió referencias que en las de aquellos momentos había reiterado, principalmente, la alusión al terrorismo. En cambio, rescató un elemento clave, la crisis «que ha golpeado severamente a muchísimos españoles». «Todos, sin excepción, deseamos ir dejando atrás los tiempos de dificultad, porque queremos seguir avanzando en la senda del bienestar compartido, de las ilusiones que crean esperanza, de los proyectos que movilizan energía», proclamó. De hecho, situó la lucha contra el desempleo, fundamentalmente el juvenil, al frente a las «prioridades» del Estado.

Con el ánimo de reforzar su rechazo a la «falta de oportunidades laborales», en un entorno catedralicio, optó por recurrir a una cita del papa Francisco. «El trabajo -sentenció- es un deber que la sociedad tiene que ofrecer para que todo hombre y toda mujer pueda crecer en dignidad». Igualmente, instó a realizar «todos los esfuerzos posibles» para ayudar a «los más vulnerables» y para «superar las desigualdades», así como para «lograr la mayor cohesión social entre los españoles». «Son siempre necesarios», remarcó.

Parte del discurso en gallego

El rey, en un gesto muy marca de la casa, concluyó su ofrenda expresándose en gallego. Acabó también explicitando que hablaba tanto en su nombre propio como en el de su esposa, «a raíña». En ese contexto, reservó el porvenir del mañana para «aqueles que, sabendo recoñecer as dificultades, considéranas non como un impedimento, senón como unha oportunidade».

De ese tipo de gente, aseveró, anda el país sobrado, desborda almas dotadas de «xenialidade e imaxinación». De ahí que el monarca refrendase ante el Apóstol su «plena confianza no pobo español, na súa capacidade de adaptarse aos retos desta hora». «Queremos que estas palabras [...] enchan o corazón das nosas xentes e fagan resoar en todos nós a esperanza». Al menos en el interior de la seo, el mensaje caló. Y gustó.