El día que el teléfono deja de sonar

Domingos Sampedro
domingos sampedro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

¿Trauma o liberación? Los políticos que abandonan la primera línea se adaptan a su nueva vida sin perder interés por la actividad pública

06 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Y ese día llegó. A finales del año 2012, Ismael Rego recogió sus efectos personales para poner pie fuera del Parlamento de Galicia, la casa que había habitado durante 24 años. Lo suyo fue como un desahucio. Tenía 61 años y se marchó con la sensación de que todavía podía ser útil para la política. Mantuvo, y aún mantiene, intacta la capacidad de leer con profusión la prensa diaria, varios periódicos de una tacada, y durante semanas combatió la tentación de marcar un número en el móvil para reaccionar a un titular. «Os primeiros meses son moi complicados», confiesa, «intentas adaptarte á nova realidade e estorbar o menos posible na casa». El que fuera portavoz del grupo del PSdeG-PSOE, estrecho colaborador del expresidente Emilio Pérez Touriño, sufrió como pocos el síndrome por el que pasa todo político que estuvo en la primera línea cuando el teléfono deja de sonar. No todos lo somatizan de la misma forma. Porque, al final, hay que decirlo, también hay vida, y a veces mejor, más allá de la melée que rodea al poder.

Basta con mirar el caso de Víctor Manuel Vázquez Portomeñe, cinco veces conselleiro con tres presidentes distintos (con Fraga, con Albor y en la Xunta preautonómica de José Quiroga). Sostiene que al dejar la política encontró «la verdadera felicidad». Y prosigue: «Viendo además la que se está organizando en los tribunales con algunos políticos, la alegría de haber dejado esas responsabilidades se multiplica por diez».

Claro que la experiencia de Portomeñe solo sirve para quienes se apartaron de la línea de fuego por voluntad propia tras una larga etapa de servicio público, y que conservaron un actividad a la que regresar. Este chantadino ejercía ya como abogado cuando Adolfo Suárez se fijó en su locuacidad mitinera en 1976 y lo captó para construir la UCD. Tres décadas después, abandonó el Senado «sin sentir más el gusanillo de la política» para colaborar en el gabinete jurídico de regenta su hijo en Cacheiras (Teo) y sacar tiempo para su familia y su principal afición: la caza menor, que práctica de vez en cuando en Castilla-La Mancha.

Pero lo más frecuente es que la descompresión de la política sea el resultado de una experiencia traumática, como una derrota electoral, como le ocurrió a ex conselleiros como Fernández Antonio, en el 2009, o a Pérez Varela en el 2005; una imputación judicial, caso del ex conselleiro nacionalista Fernando Blanco; o por la falta de sintonía con la dirección del partido, y ejemplos de estos último abundan.

No basta con ser bueno

El de María José Caride es uno de ellos. Conselleira de Política Territorial con Touriño y solvente viceportavoz socialista en el Parlamento, ya en la oposición, comprobó en primera persona que no basta con hacerlo bien para continuar en este mundo, pues el entonces líder del PSdeG, Pachi Vázquez, y Abel Caballero, responsable de la agrupación de Vigo, en la que Caride milita, coincidieron en retirarle todos los galones, sin darle más opción a la ex conselleira que pasar página para dedicarse a impartir clases de Economía Aplicada en el campus ourensano de la Universidade de Vigo, del mismo modo que Xaquín Fernández Leiceaga, otro sacrificado del PSdeG, las imparte ahora en la Universidade de Santiago.

Diferente es el cambio de rumbo que Teresa Táboas le dio a su vida. Conselleira de Vivenda entre el 2005 y el 2009, llegó al BNG desde fuera de la política y se convirtió en la número dos de la organización. Cuando tras el fracaso de la asamblea de Amio vio que en el Bloque tenía poco que aportar y que era una formación que iba a estallar en varias escisiones, renunció al escaño y al salario del Parlamento para recuperar su anterior profesión: la arquitectura.

Táboas se mueve ahora entre Galicia y América Latina, desarrollando varios proyectos de edificabilidad, labor que compatibiliza con la presidencia del Consejo de Arquitectos de Europa. En el país de su infancia, México, acaba de publicar su segundo libro, Les Amazones, en el que aborda la lucha de una serie de mujeres que no aceptan el rol que les fue impuesto. Es su forma de reivindicar la política «como un instrumento para mudar as cousas, para facelas posibles». Y eso es quizás lo que más extraña de su anterior faceta, consciente como es de que a la política, como mujer, como nacionalista y como gallega, no se le debe cerrar la puerta nunca del todo porque la considera «importante».

Refugio en la escritura

La escritura le está sirviendo Táboas para canalizar parte de sus inquietudes, constante que se repite en otros muchos ex políticos. Portomeñe también publicó un libro de memorias, Testigo y parte de la historia reciente de Galicia, y prepara ya un segundo. El ex diputado socialista Francisco Cerviño tiene muy avanzado el suyo, mientras que Ismael Rego logró por fin ordenar el tiempo libre que le dejan las partidas diarias de pádel y el 15 % de la jornada laboral que cumple en el complejo de Alcoa, en San Ciprián, en la costa lucense, para ponerse a ordenar papeles y empezar a escribir «algunha cousa», habida cuenta que el timbre del teléfono no suena como antes.

«Por supuesto que el teléfono no suena», corrobora Manuel Pérez, quien fuera el único alcalde del PP de Vigo elegido por mayoría absoluta. Su caso fue el de un linchamiento político, porque el éxito de 1995 no le sirvió de nada para repetir la candidatura en 1999. Posiblemente los populares cometieron un error en su caso. La política está llena de ejemplos como este. Pérez, a sus 67 años, ejerce aún como inspector de Trabajo y sigue fiel a sus amigos de siempre. «Y quien se deje deslumbrar por las amistades de la política es que es un ingenuo», concluye.