El despropósito de Compostela

J. C. SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

El Ayuntamiento de Santiago encadena tres años de esperpento político y de desgobierno, con un alcalde contra las cuerdas

08 jun 2014 . Actualizado a las 19:36 h.

Santiago, esa ciudad amable y acogedora donde casi nunca pasa nada y en la que se puede escuchar crecer el musgo sobre las piedras. Así era Compostela hasta el verano del 2011, cuando el PP asume el gobierno municipal tras 28 años de alcaldes socialistas que, en solitario o con apoyo del BNG, aprovecharon el crecimiento generalizado para poner a Santiago en el mapa universal y consolidar su papel de capital autonómica y referente cultural europeo. Con sus defectos y su hartazgo, claro.

El que quiera puede interpretar que aquel cambio político también afectó a la suerte de una ciudad que incluso aguantaba la crisis mejor que otras. Pero fue llegar Gerardo Conde Roa y todo se desmoronó. El exalcalde y su sucesor Ángel Currás poca culpa tuvieron en el robo del Códice Calixtino; o en el terrible accidente del Alvia a pocas horas de celebrar el Día de Galicia; o en el macabro asesinato de una pequeña que sigue estremeciendo al país. Todo fueron circunstancias sobrevenidas que marcaron la agenda de una ciudad que tampoco pudo salir de su asombro cuando se enteró de que su alcalde había defraudado a Hacienda un montón de dinero.

Hasta la Semana Santa del año 2012 el nuevo gobierno, voluntarioso en apariencia, poco pudo hacer más que poner orden a las cuentas y sacar la tijera, como hicieron todas las administraciones. Cuando los primeros proyectos empezaban a salir por la boquilla de Conde Roa, el lastre que arrastraba de su anterior etapa como constructor acabó con su carrera.

Planificada designación

Había asuntos en marcha, pero la planificada designación de Ángel Currás como sucesor abrió la espita de los desencuentros internos, sobre todo con Paula Prado, la teórica número dos del gobierno. Aquellas disputas fueron caricias si se compara con la guerra abierta en el gobierno con la irrupción de la operación Pokémon en la ciudad, que no dejó títere con cabeza y que salpicó incluso a la oposición, que cuenta entre sus filas con un imputado.

La salida urgente del concejal de Tráfico dio la medida de la gravedad de un asunto que ha ido encadenando despropósitos en las filas de Currás, también imputado junto a otros dos ediles con los que prácticamente dejó de hablarse.

La gran farsa

Entonces comenzó la gran farsa, que todavía se mantiene, de intentar transmitir que todo en el pazo de Raxoi transcurre con normalidad. Lo de siempre en cualquier concello: agentes de Vigilancia Aduanera llevándose documentación, un concejal acusado por falsear supuestamente unas facturas, una denuncia contra todos los responsables de la seguridad, incluido el alcalde, por el presunto acoso a un policía, obras que se adjudican sin pasar por la Xunta de Goberno... Lo que sí se preocuparon de tramitar en una de estas reuniones fue la defensa legal del edil Adrián Varela, implicado en la Pokémon. Con todos los líos acumulados, la denuncia de una particular que tramitó la Fiscalía tumbó a siete ediles que han tenido que dimitir, a los que se sumaron otros dos. Lo que pase a partir de este momento ya forma parte del desenlace de una tragedia política.