Los llamados asesinatos altruistas han suscitado numerosos debates en los medios de comunicación, normalmente alrededor de casos de enfermos terminales y el derecho a una muerte digna. En estos casos, que polarizan a la opinión pública debido a sus implicaciones morales, la parte altruista puede por lo menos ser percibida por un sector amplio de la sociedad, ya que habitualmente la víctima vive con gran sufrimiento físico, o ha manifestado explícitamente su deseo de terminar con su existencia. Sin embargo, hay otra categoría de asesinatos con motivación «altruista», donde la percepción de quitar el sufrimiento a un miembro de la familia existe solamente para el asesino, que anticipa cargas económicas o psicológicas derivadas de su suicidio. Los asesinatos cometidos hacia miembros de la familia que alegan razones altruistas y que a veces son seguidos por intentos de suicidio no dejan de ser actos de gran agresividad, que tienen sus raíces en la sensación del derecho sobre la vida de otra persona. Que estos crímenes sean cometidos en mayor medida por hombres nos habla de la persistencia de patrones de sometimiento en nuestra sociedad así como de una mayor permisividad con las manifestaciones agresivas de los hombres. Cuando estas motivaciones están presentes en madres deprimidas que cometen filicidio, la dependencia y vulnerabilidad del niño es real, aunque eso nunca sea una justificación para el asesinato. Sin embargo, cuando se trata de una pareja, la percepción del derecho a decidir quitarle el sufrimiento que imaginamos es una reminiscencia de la omnipotencia típica en estructuras psicológicas inmaduras, con consecuencias aberrantes y destructivas. Cuando la motivación «altruista» es percibida como real por la persona, se trata de la justificación en positivo de impulsos fundamentalmente agresivos, como forma de mantener una buena imagen de uno mismo. Sin embargo, en algunos casos, la motivación «altruista» se utiliza como argumento para mantener una imagen social adecuada allí donde la empatía no existe. Los crímenes violentos requieren de una supresión total de la empatía, aunque en algunos casos esta supresión sea limitada en el tiempo.
Adina Dumitru es psicóloga de la UDC.