Unos se lo olían, otros lo entienden todo y muchos no entienden nada

Alberto Mahía A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

La lectura del fallo dejó contentos a unos pocos y fastidiados a la mayoría

14 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando el juez de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de A Coruña, Juan Luis Pía Iglesias, entró de pajarita en la solemne sala de vistas del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia con buscada puntualidad, a las once en punto, se encontró de frente con unas sesenta cámaras. Algo impropio de quien, a estas alturas, aún escapa del estrellato. Ahuyentados los periodistas gráficos, la sala quedó en silencio y tomó la palabra el secretario judicial, Emilio Fernández, para anunciar al público asistente la lectura, resumida, de la sentencia. Y empezó a leer el juez. Lo hizo en gallego «por la localización de la causa», según puntualizó, cosa que agradó a los representantes del BNG y de Nunca Máis, que ocupaban uno de los bancos más retrasados. Juntos estaban Bieito Lobeira, Xosé Manuel Carril y Xaquín Rubido, que se retorcían en sus asientos cada vez que escuchaban algo que no les gustaba. Y, aunque muy comedidos y en silencio, se retorcieron muchas veces.

Muy cerca de ellos, a babor, estaban los expertos marinos que participaron de una manera u otra en el rescate del Prestige, como Serafín Díaz Regueiro, David Alonso, Francisco Alonso o el ingeniero naval asesor de López Sors, ausente, al igual que los otros dos acusados, que se les supone en Grecia.

Los marinos no dijeron nada hasta el final de la lectura, apenas unas miradas cómplices, pero la verdad es que venían apuntando maneras desde que entraron por la puerta. Se les veía tranquilos. Serafín Díaz, que hace 11 años se enfrentó a Mangouras en el puente de mando, solo dijo: «Estoy muy satisfecho».

Euforia es un término tibio para definir el estado de ánimo de la abogada del Estado. Consuelo Castro, que defendía a López Sors, se declaró «muy satisfecha, pues ha quedado claro en la sentencia que fue una decisión técnica muy razonable» la tomada por su representado y, por tanto, «quedó claro que se actuó legítima y razonablemente bien». Y a pesar de la condena por desobediencia, el letrado del capitán, José María Ruiz Soroa, se mostró «muy contento».

Menos mal que había algunos contentos en la sala, porque la mayoría, abogados y procuradores de las partes afectadas, fumaban en pipa.

No es difícil averiguar el siguiente capítulo de esta crónica de ambiente. Según les fuera la fiesta, unos pusieron cara de no entender nada y otros de entenderlo todo.

Tocado por la amarga emoción, el abogado de Nunca Máis, Pedro Trepat, dijo que buscaba una sentencia «pedagóxica» y se encontró con un «durísimo golpe». «Buscábamos que, ante un posible novo sinistro, non se foran de cacería e que as decisións non foran con criterios políticos, senón científicos», dijo.

Sobre la absolución del exdirector general de la Marina Mercante, cuya condena solicitaba esta plataforma ciudadana, ha señalado que, en la sentencia, hay «aspectos claramente contradictorios» en relación a su papel en la gestión de la catástrofe, dijo mientras el fiscal huía por la puerta trasera del TSXG.

La sentencia del «Prestige», 11 años después