Ya nadie se fija en si la mujer del César, además de serlo, parece honrada. En realidad todo el mundo da por hecho que el César se ha convertido en un polígamo de cuidado. Cada barómetro del CIS confirma lo que escuchamos en la cafetería: la mayoría de los ciudadanos han perdido su confianza en la clase política. Y lo más peligroso de esa aceptación generalizada de que vivimos en un reino de nepotismo y corrupción es que consideremos normal lo que no lo es. Por ejemplo, ¿es normal que familiares directos de la mitad de los concejales de Abel Caballero hayan sido contratados por el Ayuntamiento? ¿Es normal que media ejecutiva del PSOE vigués se haya beneficiado igualmente de contratos públicos con el alcalde? ¿Es normal que, al margen de las motivaciones que tenga el denunciante, la oposición no se ponga manos a la obra para investigarlo?