El conductor del vehículo intentó desesperadamente rescatar a su hermano, ya fallecido
04 nov 2013 . Actualizado a las 09:25 h.A Mari Carmen Roel le sigue martillando la cabeza el chirrido de unos frenos y el estampido final que ayer de madrugada, a las 4.55 horas, la sacó sobresaltada de la cama. «¿Oíches iso, José? Aí pasou algo», dijo despertando a su marido, mientras ella corrió a mirar por la ventana. La espesa niebla le impidió ver lo que acaba de ocurrir a solo quince metros de su casa. Así que se vistió apresurada para salir y, al observar de nuevo a través del cristal, descubrió la silueta de alguien moviéndose en la oscuridad atraído por la luz de su ventana: «Señora, ayúdeme, que están mis compañeros atrapados en el coche».
La petición desesperada procedía de Pedro, el conductor del Alfa Romeo rojo que acababa de embestir bruscamente por el flanco derecho contra un pino en la cuneta de la calzada, haciendo un trompo y apuntando con el morro en el sentido contrario de su marcha. La única obsesión del joven era rescatar a los dos acompañantes que permanecían inmóviles en el asiento trasero. Uno de ellos era su hermano pequeño, Jose, de 16 años, que ya no mostraba signos vitales. A Mari Carmen se le humedecen los ojos al rememorar cómo se dirigía a él: «¡Jose, despierta Jose... ay Dios mío!».
Fue Mari Carmen quien telefoneó al 061 desde su móvil a las cinco en punto para dar parte del accidente y de su situación. Cuando lo hizo, buscó una linterna para auxiliar junto a su marido a los accidentados. «Cáseque non se vía nada», narró. Dos de ellos, el conductor y el copiloto, estaban de pie fuera del vehículo. Un tercero, Iván, permanecía también fuera, tumbado en el suelo y quejándose de un fuerte dolor en el costado. Y dentro quedaban dos más atrapados, inmóviles, con los cinturones de seguridad abrochados.
Compañeros de colegio
Los cinco chavales de entre 16 y 19 años eran inseparables desde la niñez. Estudiaron juntos en el CEIP Forte Bragade de Oza-Cesuras, y precisamente a 300 metros del centro, en la parroquia de Dordaño, vivía el menor de ellos: José Balado Suárez, que antes de que la carretera se llevara su vida había dejado los estudios para trabajar con su cuñado, al igual que hacía su hermano Pedro.
La vecina de Faramilláns (Ordes) que ayer los socorrió tras el siniestro fue quien recomendó a Pedro y a Pablo, los dos que estaban de pie, que llamaran a sus casas para contar lo ocurrido.
Pablo hizo la llamada de inmediato. También Pedro, el conductor, a quien desde el otro lado lo escucharon decir estas palabras: «Mamá, tuvimos un accidente, vamos a llegar tarde». «¿Estáis bien?», preguntó la madre. «Yo sí, Jose está inconsciente». Después se cortó. Hacía pocos meses que Pedro había sacado el carné, los vecinos que lo vieron conducir su Alfa Romeo dijeron ayer que era muy responsable al volante. De hecho, no se explican lo sucedido porque dicen que «siempre se le escuchaba pasar muy despacio».
Tras telefonear, Pedro y Pablo fueron llevados dentro de la casa de Mari Carmen, donde su marido encendió la cocina de leña para que se calentaran, mientras ella volvió a salir con una manta para tapar a Iván, el chico que estaba herido en la cuneta.
Los bomberos de Ordes fueron los primeros en llegar al lugar y se ocuparon de excarcelar a los dos ocupantes del asiento trasero. Estaban muertos, tal y como certificaron los servicios de urgencias médicas que llegaron minutos más tarde. Uno era José Balado Suárez. El otro fallecido, que ocupaba la parte central del asiento trasero, era Manuel Ferreño Manteiga, de 19 años. Vivía en la parroquia de Paderne (Oza-Cesuras) junto a sus padres, su hermana menor y sus abuelos, con los que prácticamente se crio. Sus padres y su hermana se personaron en el lugar del siniestro antes de que abriera completamente el día, dejando una escena desgarradora: «O meu neno, o meu neno que morreu», gritaba desconsolada la madre, recuerdan los testigos.
En la casa de Mari Carmen Roel hay diez vacas que atender a diario. El trabajo nunca falta. Es cosa de su suegra, porque ella trabaja en una residencia de mayores. La tranquilidad del lugar donde vive, Faramilláns, se vio truncada ayer por un tragedia que nunca olvidarán.