La provocación de la víctima

Manuel Fernández Blanco PSICOANALISTA Y PSICÓLOGO CLÍNICO

GALICIA

01 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Ees habitual que los acosadores disculpen su conducta en la provocación o la deslealtad de la víctima. De ser cierta esta acusación, podría justificarse una respuesta puntual de enfado o insulto por parte de los ofendidos. Si, por el contrario, esto da lugar a una actitud sistemática de injurias, desprecios, agresiones y amenazas, nunca está en juego reparar una ofensa, sino un goce de atormentar a alguien al que se ataca en función del rasgo que más puede estigmatizarlo. El autodesprecio y la angustia del acosado pueden prolongarse, sin límite temporal, si las vejaciones se llevan a las redes sociales y a los sistemas de mensajería instantáneos. Todos los que participan en una relación de acoso son responsables. También los espectadores mudos. Suele existir un líder del grupo, pero algunos de los agresores pueden serlo por temor a ser víctimas o a ser segregados del grupo y perder beneficios identitarios. Suelen trascender a la opinión pública los casos que acaban en los tribunales, pero hay muchas situaciones de acoso que se viven en silencio. El acosado queda expuesto física y mentalmente a los maltratadores. Vive atemorizado y se condena a la soledad. Por eso el objetivo fundamental es restablecer el lazo social quebrantado por los matones.