El paro devuelve a los mayores al hogar familiar

M. Cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Las listas de espera en los centros de día privados desaparecen

30 sep 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

El paisaje demográfico gallego muestra un horizonte gris. Galicia tiene censadas 93.599 personas que superan los 85 años. Además hay registradas 94.251 a las que se les ha diagnosticado algún tipo de dependencia. Solo en afectados por la enfermedad de Alzheimer, la cifra puede superar las 60.000.

Hasta que la crisis comenzó a disparar el número de desempleados (en las cuatro provincias fueron en agosto 257.267), la incorporación de la mujer al trabajo combinada con la emigración interior desde las áreas rurales a las ciudades -sobre todo las del eje atlántico- había provocado un cambio en la estructura de las familias que obligaba a completar los servicios públicos prestados por la Administración para atender a esas personas con otros de carácter privado.

Pero el nuevo contexto económico ha provocado un nuevo cambio en la estructura de los hogares. Los mayores dejan los centros, generalmente privados, para volver a ser atendidos en el hogar de sus familiares cercanos. Y en la mayoría de los casos por trabajadores que han perdido el empleo. Además, aunque son unas de las más pequeñas de España en cuantía, las pagas de estos abuelos, padres o tíos contribuyen a mantener la economía del núcleo familiar.

El catedrático de Gerontología Clínica y Social, y presidente de la Sociedad Gallega de Gerontología y Geriatría, José Carlos Millán Calenti apunta que en muchos centros de día de carácter privado, antes de que la crisis y el paro se iniciaran, había unas listas de espera enormes, pero muchos familiares de esos pacientes empezaron a perder el trabajo y las listas empezaron a reducirse. «Los centros de día públicos continúan llenos porque la Administración subvenciona la mayor parte del coste, pero en uno privado, cuya cuantía va íntegra a cargo del mayor o su familia, hay serias dificultades para afrontar los 600 euros de media de coste al mes. Lo que está pasando es que la mujer que se ha quedado en paro vuelve a asumir el cuidado del mayor dependiente. Pero no solo ella, también lo ha empezado a hacer el hombre. Aunque mayoritariamente son ellas las que asumen ese papel, los hombres también comienzan a asumir ese rol», explica.

Además para todos aquellos que no tienen una persona mayor o dependiente a cargo, el cuidado de estas personas se ha convertido en una oportunidad de negocio debido en parte a que las ayudas públicas vehiculizadas a través de la Ley de Dependencia son limitadas. De hecho es una salida laboral para inmigrantes, amas de casa cuyos esposos se han quedado en paro o para personal sanitario que no logra empleo en hospitales públicos o privados.

«Hay hogares que pueden pagar a una tercera persona. No es lo normal porque resulta muy caro, pero hay casos de personas que tienen ayuda las 24 horas del día con trabajadores en tres turnos diarios», explica este experto en gerontología.