Infinidad de modelos para una circunstancia vital que repunta

c. p. redacción / la voz

GALICIA

19 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

La clase política ha acabado por dar la razón a quienes advertían que la reforma electoral aprobada en el 2011 dejaría a la emigración prácticamente fuera de las urnas. De un 30 % de participación media de la diáspora en comicios generales anteriores, se ha pasado a menos de un 5 % en las últimas, fruto de las trabas implantadas y los retrasos en los hasta cuatro envíos postales que Administración y votantes tienen que cruzarse antes de que su voto se deposite en la urna.

Certificado el fracaso de la reforma, partidos y organizaciones de emigrantes miran hacia los países del entorno para buscar fórmulas más ágiles, transparentes y que abran la participación electoral de la emigración. Son infinidad las existentes, casi tantas como países tienen regulado el voto exterior.

La francesa es la que de entrada cuenta con más adeptos entre la emigración. Fruto de una iniciativa de Sarkozy, los emigrantes franceses pudieron tomar parte este año por primera vez en las elecciones presidenciales, eligiendo de manera directa 11 escaños en la Asamblea de la República, en lugar de hacerlo de manera indirecta y en el Senado como hasta ahora. En España se habilitaron 45 colegios electorales para atender a los 63.523 franceses inscritos, que eligieron junto a sus paisanos residentes en Portugal, Andorra y Mónaco uno de los escaños en liza en París.

53 países votan en urna

Pero Francia no es una excepción en lo que se refiere al voto en urna. Hasta 53 países han implantado el sistema de voto presencial para sus emigrantes, variando el modelo para adaptarlo a las ciudades donde cuenten con representación consular, o donde se dé un mínimo de censados. Bulgaria coloca ese baremo en 20 miembros; Brasil lo eleva a 30 y Senegal, el caso más extremo, lo sube hasta 500.

Una treintena de naciones combinan urna y voto por correo y en hasta en cuatro se puede delegar el voto.

La representatividad de esos votos lleva a países como Portugal a dotar de cuatro escaños a la diáspora en su Asamblea, cifra que Italia eleva a 18 y baja hasta a uno solo en el caso de Colombia, el que menos cobertura da de entre los que reservan a la emigración espacio en sus Cámaras.

Eso sí, el derecho al voto se pierde en numerosos países pasado un tiempo en el extranjero. En Guinea se deja de votar tras 19 años fuera; 15 en el Reino Unido; 10 en el caso de Alemania; seis en el de Australia, e incluso en el Chad tras seis meses.