Las escurridizas peleas de perros

Jorge Casanova
JORGE CASANOVA REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Expertos y fuerzas del orden coinciden en que el salvaje fenómeno, que tuvo un auge notable en Galicia durante la pasada década, se limita hoy a zonas de Ferrol y Carballo

06 nov 2011 . Actualizado a las 11:18 h.

Durante algunos años en la década pasada, Galicia se convirtió en un territorio donde el salvaje fenómeno de las peleas de perros alcanzó notoriedad. Indicios como la aparición de cuerpos destrozados a dentelladas o la desaparición recurrente de perros de raza en domicilios privados puso de actualidad una práctica alrededor de la cual se cruzaban cuantiosas apuestas y que movió los siniestros corros de aficionados por diversos puntos de Galicia.

En realidad, buena parte de lo que se sabe sobre aquel fenómeno pertenece al terreno de la especulación. Pese a que tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional intentaron repetidamente poner coto a estas peleas, lo cierto es que apenas se produjeron intervenciones y el fenómeno se fue desvaneciendo por sí mismo. Sin embargo, hace una semana, una información de La Voz daba cuenta de la aparición, hace unos meses, de una perra de raza bóxer con heridas susceptibles de haber sido provocadas en una pelea o en el proceso de adiestramiento de perros destinados a la lucha.

¿Sigue habiendo peleas de perros en Galicia? Ni las fuerzas del orden ni los expertos vinculados a la protección de animales que más se han destacado en denuncias anteriores se atreven a dar por extinguido el fenómeno. «Nosotros creemos que sí», afirma un portavoz oficial de la Guardia Civil, «pero de una forma muy local y esporádica». Las sospechas se ubican en dos puntos muy concretos: Ferrol y la Costa da Morte y vinculados igualmente a los poblados gitanos y a las comunidades de moinantes. Ambos colectivos residen en territorios compactos donde la presencia policial casi nunca es bienvenida y siempre anunciada.

Solo sospechas

Con todo, los investigadores insisten en que, al menos en los últimos seis años, todos estos datos se mueven en el terreno de la sospecha. En ese tiempo no ha sido posible encontrar siquiera un escenario con restos de sangre o de otro tipo que pudieran confirmar la consumación de una pelea de perros. Solo sospechas, chivatazos, desapariciones... pero nada tangible. El asunto provoca entre los investigadores sensaciones ambivalentes: es obvio que la ausencia de resultados genera fastidio, pero al mismo tiempo supone un estímulo. En estos últimos años han sido establecidas algunas vías de investigación que, al final, no llevaron a nada.

La propia falta de resultados es un argumento que las fuerzas del orden aportan como indicio de que el fenómeno está en recesión: «Si hubiera más actividad, ya habría caído alguno», afirma un portavoz. Al fin y al cabo, resulta casi inexplicable que sea posible penetrar en compactas organizaciones delictivas y desmantelar enormes alijos de estupefacientes y sin embargo esas mismas fuerzas del orden no hayan podido hacerlo en las supuestamente mucho menos complejas tramas que organizan las peleas de perros. «Hoy en día no creemos que haya una organización establecida. Probablemente las peleas que puedan darse se conciertan el propio día y entre un círculo muy reducido de gente», afirma una fuente que ha participado en varias investigaciones. En cualquier caso, el hermetismo de quienes participan y su movilidad ha hecho extraordinariamente difícil su persecución.

Otro factor que influye en que el fenómeno, grande o pequeño, haya pasado incólume durante los últimos años, es que los medios que se destinan a perseguirlo son escasos. Dentro de las prioridades de las fuerzas de seguridad, las peleas de perros están en una parte muy baja de la lista y menos ahora, cuando su auge parece en decadencia. Abordar con alguna garantía de éxito una operación de este tipo supone muchas horas de vigilancia y la dedicación de importantes recursos para perseguir un delito nada fácil de probar y sujeto a condenas pequeñas.

Los robos de Arteixo

Susana Santamaría, la única adiestradora en Galicia legalmente acreditada para reeducar perros peligrosos, también cree que las peleas han desaparecido: «Hace unos cinco años hubo una serie de robos de perros por la zona de Arteixo que probablemente estuvieron relacionados con peleas o crías ilegales. Pero desde entonces no se ha vuelto a saber nada. Hace mucho tiempo que nadie llama».

Susana ha trabajado con animales que, con casi total seguridad, han sido víctimas de peleas. Los ha reeducado y han sido adoptados con éxito por familias. «Pero de eso hace ya bastantes años», confirma esta profesional. Natividad Álvarez, titular desde hace años de un refugio para perros en Ferrol, coincide en el diagnóstico: «Hubo un tiempo en que era raro que no se conociera algo cada semana. Un perro herido, un chivatazo. Pero es algo que ha ido yendo a la baja».

Natividad, sin embargo, no se engaña: «La otra noche vi como unos chavales entrenaban a un perro colgándolo de un palo por la mandíbula en un parque público». Quienes han estado más cerca del fenómeno, bien a través de denuncias o bien en las distintas investigaciones desarrolladas en los últimos años, creen que las peleas siguen existiendo. Probablemente sea casi imposible encontrar uno de aquellos corros donde se ventilaban decenas de miles de euros, pero es casi seguro que, en algunos círculos, todavía se dirimen pequeñas apuestas o simples cuestiones de orgullo local a través de la fuerza y la precisión de las dentelladas con las que un perro puede matar a otro.

«Si hubiera más actividad ya habría caído alguno», dice un investigador