En los próximos meses habrá que desencriptar el mensaje de Mariano Rajoy sobre el AVE gallego. En principio es una tarea compleja. El aspirante a dirigir los destinos de este país asegura que ya no prometerá fechas falsas en relación con el nuevo acceso ferroviario. ¿Quiere decir que no dará fechas? ¿Quiere decir que solo las suyas serán las verdaderas? ¿Quiere decir que incluye como falsa aquella del 2010 que él mismo suscribió en el 2003 como vicepresidente de Aznar en el Consejo de Ministros del Plan Galicia? ¿Quiere decir que todas las fechas relacionadas con las infraestructuras son falsas porque rara vez se cumplen los plazos? ¿Quiere decir que dará como fecha la que los técnicos de la Xunta ya le pusieron en bandeja (2018)? ¿Quiere decir que Feijoo pactó con Blanco una fecha falsa a sabiendas (el plan inicial de Fomento era el 2016)?
El esotérico mensaje tras el oráculo de Soutomaior parece que ha sido bien interpretado desde sus exégetas en la Xunta. Sin embargo, el Gobierno autónomo, embarcado en una guerra sin cuartel por el asunto de las inversiones de José Blanco en Galicia, ha quedado últimamente en una posición delicada. Desde comunidades como Cataluña o Asturias se miran con cierto resquemor las licitaciones del ministro gallego en su tierra, mientras que los gobernantes de Galicia se especializan en el inconformismo, en criticar los hipotéticos retrasos. Los de fuera ven beneficiada a Galicia, pero parece que desde dentro no se tiene esa percepción, a pesar de que las licitaciones languidecen en el resto del país. Sí hacen un buen balance los asturianos de la época en que Cascos fue ministro de Fomento. Y quizás los andaluces de la etapa de Magdalena Álvarez...
Así que el mensaje de Rajoy comenzará a desencriptarse si tiene la oportunidad de nombrar al próximo ministro de Fomento. Entonces, solo con saber dónde ha nacido, se sabrá al instante de qué pie cojea.