El menú del peregrino

Rocío García Martínez
Rocío García ENVIADA ESPECIAL

GALICIA

R. G.

Los caminantes beben dos litros de agua al día, se exceden?con las frituras a la hora de las comidas y programan una mariscada para celebrar el abrazo al Apóstol

24 jun 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

Igual que la playa, el Camino tiene fama de abrir el apetito. La ruta está sembrada de tentaciones gastronómicas y los peregrinos se dejan caer en ellas sin remordimientos dietéticos. Miguel y Juan aseguran haber echado tripa pese a patear veinte kilómetros diarios, Juli y Carmen confiesan que se ponen «moradas», y Miguel Ángel e Ignacio están encantados de pisar suelo gallego «porque nos han dicho que aquí es donde mejor se come». Los expertos en nutrición desaconsejan al caminante las frituras y las comidas copiosas y recomiendan escalonar la ingesta de alimentos a lo largo del día. Mejor varias minicomidas que una enchenta festiva. Los peregrinos nacionales hacen caso omiso. Son amigos de mesa y mantel y reconocen que suelen ingerir al día al menos un menú completo con huevos, chorizos y postre incluido. Les gusta comer con vino y coronar el menú con un buen café con gotas. «Aquí tienen que ser de orujo», recomienda un catalán predispuesto a la adaptación gastronómica. El tapeo El tapeo, aparte. Picar entre horas es casi una necesidad. El caminante común lleva a mano fruta o barritas energéticas. El previsor, desde galletas Príncipe hasta chorizo de Palencia. Lo que nunca falta en la mochila es el agua. Para combatir el calor en verano y la tendinitis todo el año. En bota, en cantimplora, en botella o en depósito tipo ciclista, el agua es la mejor amiga del peregrino. Casi todos beben entre dos y tres litros diarios, aunque eso no exime de otros vicios. A José no hay quien lo convenza de que hay algo que quita mejor la sed que una cerveza clarita y a Francisco le parece que el agua «es mejor para caminar, pero para la mesa un buen vino». «A mí creo que no me van a dar la compostela por alcohólico, por sellar siempre en los bares», comenta Fernando ante una caña vacía. María tiene un vicio más sano: un litro de leche y dos de agua al día. Es su fórmula mágica. «No para el Camino, para encontrarme bien todo el año», matiza. En lo que todo el mundo coincide es en el aprecio por la gastronomía gallega. Nada más cruzar la frontera leonesa los peregrinos empiezan a preguntar por la empanada, el pulpo y el carajillo de orujo. Discuten sobre la conveniencia de una queimada y programan una mariscada para celebrar el abrazo al Apóstol.