La historia de los caminos

GALICIA

TRÁFICO Y VIDA | O |

25 dic 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

EN el diccionario de la lengua castellana se dice -bellamente, por cierto­- que el camino es la tierra hollada por donde se transita habitualmente. También señala que el camino es la vía que se construye para transitar; por eso el camino sirve igual al andar que al rodar de ciclos, de automóviles y de casi toda especie de vehículos. Y no entramos en mayores precisiones lingüísticas, ni en el análisis del sentido del verbo transitar, que nos podría llevar hasta la alternancia de tráfico por tránsito . Son más modestos nuestros fines y nos quedamos con la versatilidad de la palabra, con su riqueza, con su profundidad; camino es voz llena de matices, con raíces de melancolía, tal vez porque se aplica a la misma vida de los hombres, que es un cierto caminar desde su origen hasta su término. Los caminos están en la historia de la civilización desde sus albores, aunque hoy, cuando además de ser tales, se llaman vías de alta capacidad, vías de primer rango, carreteras convencionales, autopistas, autovías, corredores, carreteras comarcales, caminos provinciales o vecinales... Cuando la dominación romana no había comenzado su ingente labor caminera con la construcción de calzadas, al compás del nomadismo, estaban la senda y el vericueto como caminos primarios y elementales para el paso del animal en la búsqueda del agua y del alimento, rutas que se reiteran y se marcan en la tierra, guía después para el paso del hombre y de su cabalgadura. Vendrán más tarde las adjetivaciones del camino por la índole de sus servicios al hombre, como los caminos trillados, carreteros, de cañada, de cordel, de herradura, de ronda, de sirga, de hierro, reales y tantos otros, como los que describe poéticamente Luis Rosales: «Y hay caminos del hombre: fueron hechos para unir el presente y el mañana, para unir las ciudades y los hombres, la territorialidad y la esperanza». El ritmo de progresión de los hombres Ya siguiendo el sentido último que late en el fondo de los versos del poeta, cabe apuntar que, desde la perspectiva de la circulación, el camino ha marcado los ritmos de la progresión de los hombres, ha venido a ser su hilo conductor, de modo más notorio desde el revolucionario invento de Mac Adam. Es entonces cuando los caminos son la savia de la vida colectiva porque a su través pasan los bienes y los servicios, crece la calidad socio-económica de los pueblos, transcurren más y mejor la sanidad y la cultura. Y como el hombre y sus progresiones no pueden desasirse de la faz amenazante de sus propios inventos, llega también con los caminos la desolación de la muerte, la interminable sucesión de daños. Es la falibilidad del ser humano, sus comportamientos erróneos, sus conductas desobedientes y antisociales los que hacen de las carreteras semilleros de tragedias, la cruz de la prosperidad. Cabe decir que sobre el hombre de este tiempo se cierne la amenaza de lo que produce, quizá porque no se han desarrollado en igual grado las técnicas y la ética. Pero, con todo, no estaremos solos en el afán de que los caminos sirvan para la paz, tierra hollada «para unir las ciudades y los hombres».