Un vecino de Moraña se encierra en su casa anegada para reclamar a Cuíña el pago de una expropiación
01 jul 2002 . Actualizado a las 07:00 h.José Ramón Ballesteros y su mujer viven en su casa anegada de Grixó, en el municipio pontevedrés de Moraña, desde el domingo por la tarde. Este trabajador de Vulcano, residente en Vigo, convocó ayer a los medios para denunciar «la situación en la que nos encontramos». Su vivienda, la única situada a orillas del río Umia, está cubierta por el agua desde el cierre de las compuertas del polémico embalse de A Baxe, materializado hace más de un año. A salvo permanece, de momento, la planta de arriba. Sin luz y sin cocina, pero con la ayuda de vecinos del lugar, este matrimonio pasa las horas en la que es su segunda residencia desde mediados de los ochenta. «Estamos como en Venecia -bromea el hombre-. Antes de meternos aquí consultamos con varios técnicos, porque mi mujer tenía miedo de que se viniera todo abajo». Una pancarta sobre el cauce, un cartel a la entrada de su casa y dos pintadas en el tejado de uralita dan testimonio de su demanda: «Río Umia: non hai xustiza»; «¡Cuíña paga xa!»; «Cuíña pufero», «¡Non hai xustiza!». La «guinda», como él mismo dice, llegó hace días con una sentencia -ya recurrida- que le condena a pagar una multa de 240 euros por una falta contra el orden público. En julio de 1999 se saltó un cordón policial para impedir las obras de la presa en su propiedad, que hoy insiste en que no fue expropiada. «Sé que con esta acción no voy a conseguir nada, pero esto y la impotencia es lo único que me queda. Mi casa se construyó en su día con todos los permisos legales y una Administración pública no puede actuar así». La primera noche en Grixó fue tranquila, ayer comieron un bocadillo. Pese a la humedad, recalcan que están bien. Nos comunicamos por un móvil y si necesitamos algo cruzamos el río en una balsa. Matan el tiempo leyendo, haciendo crucigramas y oyendo la radio. «Con este proceder de la Administración, al ciudadano no le queda otro remedio que hacer algo violento, pero tampoco tiene sentido», concluye resignado.