Los dientes de Cervantes

Mercedes Corbillón

FUGAS

El actor Julio Peña encarna a Cervantes en el filme de Alejandro Amenábar.
El actor Julio Peña encarna a Cervantes en el filme de Alejandro Amenábar. RTVE

26 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Estábamos en el Corso Vittorio Emanuele, una de esas calles altas, aunque no de las más altas, donde los barrios se visten de clase alta y las vistas desde el castillo hacen soñar con imperios antiguos en momentos de esplendor. Los imperios, como los amantes, nunca advierten su decadencia y el fin se les presenta de golpe, abrupto como la sima del Vesubio, cuya vista a lo lejos no evitaba que huyésemos de las avispas que salían de los contenedores. Si algo odiamos mi amiga S. y yo es a las velutinas y a las personas que desaparecen de repente como si se las hubiera engullido una grieta en la tierra. El caso es que nos sentamos en un bar de esos que pueblan los parroquianos de siempre, puede ser Nápoles o Melide, y pedimos la decimoctava pizza y unas verduras con patatas que llevaban allí tanto como las bisuterías romanas expuestas en el Museo Arqueológico. Noté el regusto a amoníaco, pero seguí comiendo, como los sepultados por las cenizas en Herculano. El dueño, un hombre mayor, nos preguntó si éramos hermanas. «Amigas», grité, como haces cuando quieres que te entiendan. Nos señaló los dientes enseñándonos los suyos, quizás presumiendo de tenerlos todos a pesar de la edad y de la ausencia de sanidad bucal y de que estaban amontonados como las acículas en los pinos. Muy bonitos, nos dijo. Entendimos que éramos hermanas de ortodoncia y sonreímos.

De eso me acordé viendo El cautivo de Amenábar, que narra, con licencias poéticas y de ficción que yo defiendo, la vida de Cervantes en sus cinco años de encierro en Argel. De cómo consiguió el manco de Lepanto sobrevivir al encierro y librarse del castigo a pesar de haber intentado fugarse varias veces poco se sabe. El cineasta imagina un pago sexual al bajá que algunos leen como enamoramiento mutuo y fantasía gay del director. Su manera de rellenar los huecos que la investigación histórica no puede me parece perfecta. No veo por qué la heterosexualidad ha de suponerse por encima de la homosexualidad, escondida por siglos, pero esos dientes perfectos, alineados y cuasi nacarados que lucen todos los habitantes de la cárcel berberisca del siglo XVI, me rechinan tanto como la factura de mi dentista.