
Las víctimas también tienen clases, como muestra Bernard Minier en la novela «Olvidadas»
30 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Últimamente he leído unas cuantas novelas policíacas, que me gustan más con tilde y con algo más que un juego de seguir la pista. No son mis favoritas y, sin embargo, admito que tienen algo que engancha, como las gominolas o las patatas fritas. No aportarán excesivos nutrientes, pero quién quiere una vida sin un buen atracón de sustancias adictivas. Empecé el curso en uno de los clubes de lectura con un trimestre dedicado al negro de hace casi un siglo. De Dashiell Hammett a Raymond Chandler a Patricia Highsmith, un clásico por década. La creadora de Ripley parece haber escrito sus novelas ayer. Está viva, vibrante. Su personaje no se acaba nunca, es un enigma sin resolver, como el propio mal. Por eso nos fascina tanto, supongo. Ni siquiera sabemos qué es ni dónde está. Hay quien dice que matar a miles de niños de pólvora y hambre no es crimen, es defensa propia. El mal siempre encuentra excusas. Ripley no quería matar, quería seguir viviendo en la costa Amalfitana, despertarse y ver dibujarse de azul la bahía desde la terraza de la mansión que no le pertenecía. Si hubiera sido Dickie, su amigo, su víctima, un joven rico perdiendo el tiempo en Italia, no habría tenido pulsiones asesinas. Hay algo violento en la desigualdad y según eso, el mundo es más terrible que nunca. Las otras novelas envejecieron peor, tanta testosterona no la toleran nuestros cuerpos del siglo XXI, pero ese cinismo metafórico de Philip Marlowe y esa mirada desencantada de la sociedad donde hay tanta miseria en los callejones como en los despachos me gustó. La trama de El halcón maltés es tan liosa que ni el propio autor era capaz de desenredarla. Los hechos no importan demasiado si tienes un buen personaje. Algo así dijo en la librería Bernard Minier, autor de thriller y superventas francés, que estuvo estos días de gira por Galicia. Hasta aquí se vino para ambientar parte de su última novela, Olvidadas. Se encontró con un imaginario mágico que usó para envolver crímenes muy reales. La investigación de la muerte de las mujeres trabajadoras que aparecen en lugares de nuestra costa, se ve truncada cuando en Madrid aparecen muertos más importantes. Las víctimas también tienen clases.