El libro y el apagón

Mercedes Corbillón

FUGAS

Un hombre leyendo un libro el lunes 28 de abril, en el apagón.
Un hombre leyendo un libro el lunes 28 de abril, en el apagón. Juan Vega | EUROPAPRESS

02 may 2025 . Actualizado a las 21:40 h.

Menuda manera de empezar la semana, fundidos de golpe cual bombillas incandescentes, cayendo de bruces en un cero energético, perdiendo gigavatios como quien pierde la cartera, en un suspiro o en un despiste, como llegan siempre las fatalidades, sin invocarlas. El día en que nos fuimos a negro, repiten todos, repetimos todos, felices de hacer metáforas y de poder jugar con las palabras que siempre son divertidas cuando son novedosas y no acabamos de saber lo que significan. Los expertos de estos días parecen tener su propio idioma, pero no hace falta conocerlo para darse cuenta de que no están de acuerdo en el diagnóstico de lo sucedido. Quién iba a imaginar que en el mundo ingenieril el relato también sería el molde en el que se acomodan los sucesos. Puedes elegir la forma que mejor te convenga o escoger la talla como si fuera un sombrero.

Qué pena, si al menos hubiera sido un ataque informático, un acto de guerra sutil de nuestros enemigos, tan modernos, tan tecnológicos, tan chic, tan capaces de buscar nuevas formas de hacer sufrir, tendríamos un culpable claro. Eso sí, viendo las imágenes de las terrazas de los bares, los corrillos en las plazas, las alamedas bulliciosas, las guitarras rasgadas, las conversaciones alegres que se llevaba el viento, nuestros saboteadores se habrían replanteado la estrategia. Si quieren desequilibrarnos, habrán de buscar un método más eficaz que desenchufarnos. A lo mejor podríamos solicitar un día al mes en analógico, celebrando que estamos vivos y que sabemos comunicarnos más allá de las pantallas. En la calle triunfaron la amabilidad y los libros, que siguen ahí cuando todo se apaga. Mientras fotografiábamos a lectores callejeros que veíamos por todas partes, mi tormentito no paraba de hablarme. Insólito. La vida distópica de aquella tarde parecía bonita. Las conexiones humanas no parecían necesitar gran cosa, si acaso el sol y el tiempo, que son energía sin consejos de administración.

Ya en casa, nos repartimos la radio y la linterna, compradas a precios de oro, que no todo iba a ser tan agradable. No nos libramos de la especulación. Le tocó leer a ella, Futuro imperfecto. Es muy triste, me dijo, pero le gustó. El libro y el apagón.