Carmen Posadas: «Mientras escribía, leía a doña Emilia para sonar como ella»

María Salgado
María Salgado REDACCIÓN / LA VOZ

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La escritora Carmen Posadas, en las Torres de Meirás (Sada).
La escritora Carmen Posadas, en las Torres de Meirás (Sada). ANGEL MANSO

La escritora revive a Pardo Bazán como detective y protagonista de su última novela, sobre una víctima del naufragio del Titanic

29 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«Pluma en ristre, y cuartilla enfrente, en este rincón de las Mariñas, donde siento más de continuo la ligera fiebre que acompaña a la creación artística». Así de inspirada escribía en sus queridas Torres de Meirás Emilia Pardo Bazán, que no solo fue pionera del feminismo, sino también del género negro en nuestro país. En 1911, cuando publica la novela policíaca La gota de sangre, la literata coruñesa ya les daba órdenes a los agentes, se ponía al frente de su investigación y resolvía el crimen de una corazonada. Ahora, vuelve a hacerlo de la mano de Carmen Posadas (Montevideo, Uruguay, 1953), que resucita a la condesa para convertirla en detective y protagonista de El misterioso caso del impostor del Titanic (Espasa, 2024). Nuestra corazonada es que le habría encantado este homenaje.

­—¿Cómo surge la idea de esta novela?

—Un amigo me contó la anécdota con la que empieza el libro. Una madre tiene una premonición: su hijo va a morir ahogado. Y como se está yendo de viaje de novios, le hace prometer que no subirá a ningún barco. Pese a todo y cuando llega a París, decide viajar en el Titanic porque es el barco más famoso del momento. Para que su madre no se preocupe, le deja a su ayuda de cámara un fajo de postales, escritas previamente por él diciendo: «Querida mamá, estoy en Versalles, hace un día buenísimo...». Pero un día a esta señora le cae un moscardón en la sopa y piensa que a Victorito le ha pasado algo y cuando se entera del naufragio está segura de que su hijo embarcó, como en efecto ocurrió. El cadáver nunca apareció y la familia compró uno de los muchos cuerpos que flotaban en el mar helado y lo enterró como si fuera su hijo. Esta circunstancia se dio en otro pasajero del Titanic, un asturiano. Diez años después del hundimiento, aparece en casa de un indiano en Cuba un señor diciendo que es el ahogado y, como la viuda sabía que el de la tumba no era su marido, podía ser él.

­—¿Y convierte a la condesa en personaje?

—La necesitaba para investigar el caso porque a ella le encantaba la novela negra. Había escrito Una gota de sangre, que es pionera absolutamente, y la escribió diez años antes que Agatha Christie. Doña Emilia es de las primeras mujeres y personas que escriben novela negra en el mundo. Por ese motivo decidí convertirla en investigadora.

­—¿Fue difícil hacerla hablar y que sonara verídico? Pone en su boca apelativos como «ruliño». ¿Se inspiró en sus cartas a Benito Pérez Galdós?

—Me encantó leer las cartas porque es como entrar en su intimidad. Realmente era muy graciosa. Mientras escribía, iba leyendo sus cartas, artículos y novelas para que se me quedaran en el oído y sonar como ella. Fue una alegría que el catedrático de la Universidade da Coruña Chema Paz, experto en la escritora, me dijese que sonaba real.

­—¿Doña Emilia e Ignacio Selva son como Sherlock Holmes y Dr. Watson?

—Sí, porque los detectives, por una extraña razón, siempre van en pareja. Y esta es una pareja muy dispareja porque las intuiciones que tiene uno se complementan con las del otro, y me gustaba ese contraste. Doña Emilia estaba al final de su vida, pero la hago morir de un día para otro debido a un repunte de la gripe española de 1918.

—¿Quién es en realidad Ignacio Selva?

—Este personaje creado por Doña Emilia está inspirado en alguien real. Era un amigo gallego mucho más joven que ella, era un playboy, un tarambana y un dandi, que tenía su corazoncito y quería ser poeta. Por eso se hace muy amigo de Doña Emilia y ella, en compensación, lo convirtió en personaje.

­—Un asturiano desaparece en el hundimiento y regresa diez años después. ¿A veces creemos lo que deseamos?

—Sí, la viuda está convencidísima de que es su marido porque está enamorada. Para ella fue un golpe espantoso porque estaba embarazada cuando él murió. Sus hijos se quedaron sin padre, y está tan ilusionada.

­—¿Los inicios del siglo XX son inspiradores?

—Es que el hundimiento del Titanic causa tal fascinación que me sigue sorprendiendo, y me he dado cuenta de que abarca todas las edades. Mi nieta Carmen tiene 12 años y está fascinada, y los mayores, también. Es universal y extraño lo de este barco.

—¿Qué parte de la historia es real?

—Viajaban diez españoles en el Titanic, de los cuales sobrevivieron siete. Tres hombres perdieron la vida, y los cadáveres de dos de ellos, un asturiano y un madrileño, no aparecieron. Ese es el comienzo de esta aventura. El tercero era un camarero catalán. Todo eso es verdad; la compra de cadáveres, también. Y que hubo personas que reaparecieron al cabo del tiempo tras el naufragio. Siempre me ha parecido fascinante.

­—Le dedica la obra a su nieto Jaime. ¿La ayudó en el proceso de documentación?

—Sí, pensé que era comprometido escribir sobre el Titanic porque ya han corrido ríos de tinta. Qué se puede decir nuevo sobre el naufragio. El reto era encontrar información fidedigna que no fuera tan conocida. Mi nieto es como un hacker y nos divertimos muchísimo descubriendo historias.

—Agatha Christie y Stevenson tienen obras tituladas «El misterioso caso de...».

—Es un guiño a las novelas de esa época.

—¿Por qué le gusta tanto este género?

—Es muy útil porque permite dos niveles de lectura: que alguien pase un buen rato y averigüe quién es el asesino, pero también otro tipo de lector, más cómplice, con el que puedes hacer un retrato psicológico del personaje, sátira social. Algo más literario.

—¿Esta es su novela número doce o trece?

—Creo que es la trece y me alegra mucho porque nací un viernes trece y me da suerte.

—¿Cuándo escribe y cómo es el proceso?

—Soy diurna, por la tarde la cabeza no me funciona. Y como soy superharagana, por las mañanas me obligo a sentarme, me pongo de espaldas a la ventana para no tener tentaciones y escribo hasta la hora de comer. A veces consigo escribir una página o dos. Si no se me ocurre nada, corrijo, porque yo corrijo muchísimo. Y dejo descansar la página unos días para ver cómo suena.

—¿Qué libro le habría gustado escribir?

En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Soy devota total.

—¿Seguirá escribiendo o se retirará?

—No me pienso jubilar; escritora puedes ser hasta los 90 años.

Cubierta de «El misterioso caso del impostor del Titanic» (Espasa, 2024)
Cubierta de «El misterioso caso del impostor del Titanic» (Espasa, 2024)