De Góngora y Quevedo a Pardo Bazán y Murguía: las enemistades literarias más sonadas de la historia

FUGAS

MABEL RODRÍGUEZ

¿Hasta qué punto son ciertas las rivalidades y envidias de los grandes maestros de la literatura y qué hay de leyenda en ellos? Tampoco faltan las rencillas entre Valle-Inclán y Pérez Galdós ni las de Alberti con Lorca

10 may 2024 . Actualizado a las 10:16 h.

Tan antiguo como el amor son los celos o la envidia del que tenemos al lado. Esa competencia insana —aunque muy productiva en algunos casos— hace que nos empeñemos en quitarle méritos al que nos hace sombra. Por eso, siempre ha habido odios y celos en las artes y, por supuesto, entre escritores. Algunas muy sonadas y otras no tanto. Nos adentramos en el mundo de las rencillas entre los grandes maestros de las letras a lo largo de la historia.

Si hay una pareja de enemigos literarios por excelencia, sin duda, son Quevedo y Góngora. Su animadversión les llevó a tal punto que jamás lograron hacer las paces, e incluso Quevedo logró desahuciar a su más detestable compañero de la casa en la que vivía cuando ya era un anciano. Así de despiadada era la relación entre ambos, en la que se cruzaban dedicatorias burlescas, como el famoso soneto satírico Érase un hombre a una nariz pegado (Soneto a una nariz), de Quevedo, dedicado a Góngora: «Hay que tener en cuenta cuál es la situación de los escritores del Siglo de Oro. Es un ecosistema muy cerrado en el que no se gana dinero por publicar libros y donde la máxima aspiración es la fama y el reconocimiento. Es, además, un ambiente elitista y minoritario. Esas enemistades entre escritores y artistas son muy comunes, porque había que granjearse la amistad de los nobles, que eran los que realmente los patrocinaban», explica Santiago Fernández Mosquera, catedrático de Literatura Española de la USC.

Esa enemistad surge probablemente «de los celos de Góngora a Quevedo». «Góngora era el poeta más importante de finales del siglo XVI y comienzos del XVII con diferencia. Era ya un clásico en vida. Y el origen de estas envidias nace en una antología que se publicó en Valladolid, que se llama Flores de poetas ilustres, donde escriben los grandes poetas. Uno de los que tenían mayor peso era el mejor escritor del momento, Góngora. Pero surge un joven, que era Quevedo, que también tiene mucho éxito, y yo creo que a Góngora no le gustó que tuviese tanto protagonismo este muchacho. A partir de ahí surgen miles de conflictos entre ellos porque, además, representan dos mundos totalmente distintos. Dos mundos sociales y dos mundos literarios», indica Mosquera. «Sociales porque Quevedo era en parte aristócrata, un tipo metido en política, con una educación exquisita, que conocía muy bien la Corte y tenía el apoyo de los nobles. Mientras que Góngora era un señor muy provinciano, cordobés, que viajaba poco, muy encerrado en sí mismo», aclara. «Y con respecto a la poesía, Góngora era un poeta exquisito, que revolucionó la forma de concebir el género y que hizo de lo culto, del cultismo, su marca literaria. Quevedo era un hombre con más tendencia a las agudezas, lo que se llamaba antes el conceptismo. Pero, a pesar de ello, la poesía de Góngora influyó notablemente en la de Quevedo. Se llevarían mal, pero Quevedo recibió la influencia de Góngora, como todos los poetas contemporáneos y posteriores», indica.

Otro de los grandes de esa época que sufrió de celos profesionales fue Cervantes. El éxito y reconocimiento de Lope de Vega lo traía de cabeza. «Había unos celos terribles entre Cervantes y Lope. De hecho, se dice que Lope fue el autor o, por lo menos, el instigador, de la segunda parte apócrifa del Quijote, esa de Avellaneda, es decir, que él está detrás de este texto. El profesor Luis Gómez Canseco mantiene que es Lope y da bastantes pistas para confirmarlo, aunque esto es muy difícil. Pero si no lo es, sí que parece que la obra está escrita en el ámbito de la enemistad entre Lope y Cervantes», comenta Mosquera.

Pardo Bazán y Manuel Murguía

Damos un salto de varios siglos y fijamos la mirada en las autoras gallegas más importantes del siglo XIX, Rosalía de Castro y Emilia Pardo Bazán. ¿Había mala relación entre ellas? «Había moitas cousas nas que coincidían, aínda que noutras non. Rosalía era nacionalista, mentres que Pardo Bazán defendía máis a idea da España única e unida. Pero a historia persoal entra máis con Manuel Murguía, que é un home que ten mal carácter. A Murguía, despois da morte de Rosalía, pareceulle mal un acto que se organizou na Coruña, unha homenaxe a Rosalía no Círculo de Artesáns. E el escribiu varios artigos contra Pardo Bazán, xa que era ela a que organizaba o acto», comenta Marilar Aleixandre, académica de la RAG y Premio Nacional de Narrativa 2022.

PACO RODRÍGUEZ

«Murguía sentiríase marxinado nese acto no que dende logo non foi orador», comenta la coautora de Movendo os marcos do patriarcado. O pensamento feminista de Emilia Pardo Bazán, junto con María López Sández. «Murguía e Rosalía viviron sempre nunha mala posición económica. E cóntase que tiveron que vender parte dos seus libros da súa biblioteca, e que algúns os mercou Pardo Bazán. Hai varias historias, pero non temos ningunha constancia de que entre Rosalía e Pardo Bazán houbese persoalmente unha mala relación nin que ningunha das dúas escribira criticamente da outra», concluye Aleixandre.

Valle-Inclán y Pérez Galdós 

También habla de la supuesta rivalidad de otro personaje vinculado con Pardo Bazán. Se trata de Pérez Galdós, que fue amante de doña Emilia durante varios años, y su relación con Valle-Inclán: «Galdós era un home máis discreto e tímido, e Valle-Inclán tiña unha personalidade impoñente. Sabemos que era manco, como consecuencia dunha liorta. Pero é máis importante a boa relación que mantiveron entre eles que as dúas polémicas que protagonizaron». Una de ellas tiene que ver con el apodo que le dedica, supuestamente, al escritor canario en Luces de Bohemia: «Dorio de Gádex, di o famoso ‘don Benito el garbancero'. O que di un personaxe é o que se fai famoso. Pero non está posto na boca de Valle-Inclán. Está posto na boca dun personaxe, como moitísimas outras esaxeracións que di Valle-Inclán nas súas obras». La otra polémica, también recogida en el libro de Julián Moreiro Escritores a la greña, se refiere a que «Galdós era o director artístico do Teatro Español, e resulta que Valle-Inclán quixo estrear alí a súa obra El embrujado, pero non a aceptaron». «Tampouco temos certeza de que fora el o que dixo que non se representara. Pero Valle-Inclán, durante a presentación da súa obra no Ateneo, fixo varias críticas e alusións a Galdós. Son dous episodios, dous incidentes, pero que, se os poñemos nunha balanza con todos os eloxios que lle dedicou a Galdós, non sei ata que punto podemos falar de que había unha relación malísima. Eu diría que non, o que hai é unha admiración mutua, e estes dous episodios», como recoge Aleixandre.

Lorca y Alberti

La generación del 27 también fue conocida como el grupo de la amistad. Y, aunque Lorca y Alberti siempre mantuvieron las formas, no tuvieron una relación tan idílica. «Se conocieron en la residencia de estudiantes de Madrid en 1924. Alberti era pintor y fue a conocer a Lorca. Le regaló un cuadro con la siguiente dedicatoria: ‘A Federico García Lorca, esta estampa del sur en la inauguración de nuestra amistad'. Y a partir de ahí, empieza una relación en la que ellos se llaman primos. Pero acabó en una rivalidad literaria», comenta Hilario Jiménez, autor de Lorca y Alberti, una efímera amistad, que se presentará este mes en la Feria del Libro de Madrid. «Hay cartas entre Pedro Salinas y Jorge Guillén que hablan de ellos como los gallitos, como si estuvieran todo el día enfrentados. Lo que hacen es intentar de cara a la galería mantener una relación normal, pero en la privacidad uno habla mal del otro. Se conservan cartas de Alberti donde llama a Lorca Federica, con desdén. Y Lorca también habla mal de Alberti cuando dice que ‘uno de los poetas mejores que hay en España está perdiendo su literatura por meterse en política'», añade. Fue, precisamente, la política lo que terminó distanciándolos. «En el verano del 36, antes de que Lorca fuera a Granada y lo asesinaran, discuten porque Lorca no quería meterse tanto en política, y esa discusión fue la que los separó. No se volvieron a ver», explica Jiménez. Una vez muerto el de Granada, «Alberti siempre decía que él hubiera sido un destinatario más lógico de esas balas criminales, porque él estaba en la militancia comunista. E intenta mitificar esa generación del 27. Busca una especie de consuelo a ese encuentro con Lorca. Escribió cientos de composiciones sobre Lorca y todas ellas participan de esa mitología. No fue tal y como pasó, sino como él lo interpretaba», añade Jiménez. «En Retornos de un poeta asesinado, se imagina que Lorca se le aparece en sueños: ‘Dime, a pesar de las mínimas batallas que reñimos, si sigues unido más a mí que nunca en la muerte, por las veces que acaso no lo estuvimos en vida'. Es decir, que hasta él mismo reconoce que no fueron muy amigos».

No puede faltar tampoco el desencuentro entre Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, tal y como se detalla en Escritores a la greña, de Julián Moreiro. Pero, por la importancia actual de ambos autores, esta rivalidad bien merece un capítulo aparte. Al igual que entre Umbral y Pérez-Reverte. Habrá segunda parte. ¡Lo prometemos!