Iba a hablarte a de otra cosa, seguramente de amor, que es mi tema favorito, tan burgués, tan fuera del tiempo, tan real y tan inventado al mismo tiempo, pero se me cruzó otra cosa, una foto de esas que se hacen virales y me hizo pensar.
En la entrada de Auschwitz, una chica posa haciendo posturitas como hacía yo de niña bajo el sauce de mi jardín. Lo sigo haciendo, no en el sauce, que ya no existe, ni en el jardín, que es el jardín de otros, pero me estremezco un poco al ver la distancia inabarcable entre el lugar y su significado y esos turistas que sólo están ahí para hacer un chequeo en uno más de los lugares del mundo a visitar.
¿Por qué vamos todos todo el tiempo a todas partes?
Visto el devenir de estulticia de la humanidad, quizás deberían prohibirse los teléfonos y sus cámaras en según qué sitios. Igual que los flashes estropean los lienzos, la inconsciencia del clic también daña la memoria.
Ella no es consciente, pero hay algo obsceno en su pose sobre las vías del tren. Una vía que acababa unos metros más allá en la ignominia, en la crueldad más absoluta, en el borrado de la faz de la tierra.
Pienso en Maddi, la protagonista de la novela que acaba de publicar Edurne Portela, una mujer real que también hizo un «viaje» en un tren de la muerte. Cuánto he llorado leyendo, madre mía, porque la memoria duele y Edurne, que posee una de las escrituras más poderosas de este país, te obliga a meterte bajo su piel, no puedes evitar ser parte de esa existencia luminosa en tiempos oscuros.
Lo decía Svetlana y la cita la autora. En una sola alma humana todo es menos concebible.
La Maddi de Edurne es de pocas palabras, más bien fría, es religiosa, es independiente y tiene una fuerza física y mental arrolladora, es valiente, pero se cansa, es libre, pero tiene miedo. Es, sobre todo, una mujer normal. Probablemente nunca fue consciente de que en realidad, era una heroína.
Desde su hotel rural, requisado como alojamiento para oficiales alemanes, ayudaba a pasar la frontera a los que necesitaban huir de la Francia ocupada por los nazis.
Qué elección más difícil, estar del lado del bien cuando te juegas la vida.