La fiesta era una frase

Mercedes Corbillón

FUGAS

04 nov 2022 . Actualizado a las 11:17 h.

En mi terraza de C. el otoño aún no se aprecia, aunque necesito una chaqueta para ver caer la tarde sobre los tejados. Las golondrinas y los turistas ya no están, quedan otras aves diminutas que cantan agazapadas en las copas de los árboles. Las pocas fachadas de azulejos que resisten a la modernidad refulgen con el sol, que se mete tras una nube inmensa que avanza como un tsunami negro hacia aquí.

Entro a hacerme un té y cuando regreso, los cumulonimbos, si es que se llaman así, se han detenido a medio camino dejando el cielo dividido, un lado claro y un lado oscuro. Como nosotros. A veces no sabemos en cuál nos sentimos mejor.

Yo me siento bien en esta casa, tan pequeña que no se acaba nunca, una rama donde al atardecer se posan las urracas y donde hay tanta luz que nunca puedo abrir los ojos del todo. Será que me gusta vivir así, entornando la mirada. Conviene mantener a raya la realidad, tan recalcitrante.

En un momento u otro, todos necesitamos hacerlo. También les pasa a las protagonistas de la novela de hoy. Se titula Hermanas y es hermosa y oscura, llena de frases rotundas. No sé si las subrayo por lo que significan o por lo que me hacen sentir.

Julio y Septiembre no son gemelas, pero entre ellas hay una simbiosis que duele. Son adolescentes y huyen de algo que pasó en el instituto, en otro lugar. Llegan a una casa a la que llaman Refugio. Una casa es un cuerpo y en este todo parece a punto de derruirse, o quizás peor, quizás ya es una ruina y aún no lo sabe. La madre llora en su cuarto o deambula de un lado a otro y ellas juegan. Una manda y otra obedece. La que narra es la que hace lo que Septiembre dice. Cortarse el pelo, esconderse bajo la cama, clavarse esa aguja en un dedo, convertirse en casa, no reírse. Julio lee a su hermana a través de la piel, «como mediante cables eléctricos». Yo quiero saber lo que les pasa y al mismo tiempo conocer el mecanismo que utiliza Daisy Johnson para llenar una casa cerca del mar de ese aire irrespirable, como si el abismo de los acantilados no muy lejanos se instalase en ella.

En esta velada tranquila una frase bien hecha es una fiesta.