Los números del elefante

Mercedes Corbillón LA CIUDAD Y LOS LIBROS

FUGAS

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05 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi abuela Salesa, de la que hablo poco porque es un personaje tan enorme que la llevo guardada en los bolsillos interiores, donde se esconden los secretos y las armas por si un día te hacen falta, me contaba a veces la historia de un vecino de la aldea que un día, celebrando haber acabado por fin la siega, lanzó la guadaña al cielo con tan mala fortuna que al caer la herramienta le cortó el cuello a otro hombre que unos metros más allá se dedicaba a lo mismo que él, o sea, a subsistir con las labores del campo. Azuzado por la culpa y por el miedo a las consecuencias de su homicidio involuntario, el lanzador se vio obligado a huir y de su destino nunca más se supo.

Lo contaba tan bien que me parecía haber presenciado la escena, aún me lo parece ahora, y curiosamente, no me quedaba observando la sangre, la muerte por accidente, la mala suerte del degollado, el llanto de su familia. No, mi mirada y mi imaginación se iban detrás del asesino por accidente, del pobre campesino atravesando las eras amarillas a la carrera, durmiendo al raso, alimentándose de las pocas migas que le quedasen en el morral y pensando en cómo subirse a un barco, ¿porque dónde se podía escapar si no a América?

En la novela de Jorge Díaz, Los números del elefante, el protagonista también es gallego y ha matado a alguien, aunque él lo hace voluntariamente y en una escala del barco en el que viaja trabajando. Nunca podrá salir de ese lugar, que resulta ser la ciudad más bella del mundo, y nunca podrá sentirse libre porque lo persigue la sombra de lo que hizo, una sombra sin culpa, solo de justicia.

Es imposible no enamorarse de ese Río de los años cincuenta que narra el protagonista, una ciudad capaz de lo mejor y de lo peor, un remolino de calor y violencia que lo hace prosperar gracias a las habilidades y pocos escrúpulos de otros gallegos ambiciosos, inteligentes y taimados que controlan los negocios del juego y la prostitución. Pero, como la guadaña, todo lo que sube baja y en su descenso, siega todas las posibilidades, pero deja tras de sí una gran historia.

Léanla.