Miguel de la Cierva, del Naútico de San Vicente: «Poder traer a Coque Malla o a Iván Ferreiro no tiene mérito»

FUGAS

MONICA IRAGO

El Náutico de San Vicente celebra su 30.º aniversario manteniendo el patrón de cartel oculto y aforo moderado. Solo en agosto acogerá más de cien conciertos

29 jul 2022 . Actualizado a las 17:16 h.

Tras la vorágine del 2019, año en el que el Náutico de San Vicente vivió su verano más intenso, Miguel de la Cierva anunció su intención de «decrecer», de retornar a la esencia del local. Y en esto llegó la pandemia. Y lo que era una declaración de intenciones se tornó en obligación. El Náutico optó entonces por jugar al enigma. No habría cartel ni se anunciarían los conciertos. Un patrón que se mantuvo en el 2021. ¿Pero qué pasaría cuando desaparecieran las restricciones? «Yo mismo tuve muchas dudas», confiesa Miguel de la Cierva. «En pospandemia es mucho más arriesgado. De hecho, cuando esta primavera llegó el momento de tomar la decisión, sufrí una gran crisis. Se estaba empezando a anunciar una programación superdensa. Festivales, concellos, Xacobeo... Eso debilitaba mi confianza a la hora de pedirle a la gente que me pague 15 euros por una entrada sin decirle quién toca, cuando en un radio de 100 km tienen a un montón de artistas de primera fila y en muchos casos, gratis».

—¿Qué te llevó a tomar la decisión de mantener el patrón de cartel oculto?

—Que gente en la que confío decía que yo tenía ya el local muy consolidado y que la gente iba ya de por sí a A Barrosa. Un día Iván Ferreiro me dijo: 'La estrella es El Náutico'. Y la verdad es que fue determinante.

—¿Es el único local de España que hace algo así?

—¿Dos meses de programación sorpresa con más de 120 conciertos? Seguro que sí.

—¿Qué te dicen los artistas? A fin de cuentas hay mucho ego en ese mundo...

—A los músicos les está gustando participar de esta iniciativa loca. Algunos dan alguna pista, como Ángel Stanich, que la semana pasada escribió en sus redes que iba a tocar en un sitio de playa que tiene nombre de zapato mocasín [se ríe]. Otros no tienen ningún inconveniente en enfrentarse a puerta fría al público, porque así chequean cómo son recibidos por quienes no son sus fans. Y eso es algo que siempre es interesante para el músico.

—¿Y qué dice el público? Habrá gente que paga 15 euros por si suena la flauta y aparece Coque Malla y luego resulta que salen Staytons. ¿Hay quien se cabrea?

—Uno de cada cien. El feedback está siendo absolutamente positivo. Es que además el verdadero oficio del programador es el de prescriptor, ayudar a la gente a descubrir bandas buenas. Poder traer a Coque Malla o a Iván Ferreiro es un privilegio. Pero es que no hay mérito en el privilegio. El mérito es descubrirle a la gente grupos que le gusten o que le diviertan. Y si quieres ver a Leiva, a Love of Lesbian o a Dani Martín, ya sabes lo que tienes que hacer. Vas allí donde se anuncia, pagas 45 euros de entrada y te pegas el baño de masas. Yo también le estoy vendiendo a la gente un Náutico muy cómodo, a medio gas. Nada que ver con aquel Náutico a rebosar del 2019.

—Aunque no se puedan desvelar nombres, ¿en agosto estarán algunos de los habituales del verano en El Náutico?

—En agosto va a haber mucho. Y bueno. Y en septiembre también. De esos ya hay algunos anunciados, con entradas a la venta: Burning, Andrés Suárez, Xoel López...

—¿Cómo se reubica El Náutico en un verano con una sobreoferta musical como la de este 2022?

—Ahora que se habla tanto de la experiencia, la experiencia de venir aquí es muy distinta a cualquier otra. Ofrecemos algo que nunca vas a encontrar en un festival o en un macroconcierto.

—Y ahora, ¿adónde quieres llegar?

—Ahora, que ya está montada la instalación de doble sala de conciertos, estudio de grabación y residencia de artistas, quiero que El Náutico se convierta en algo así como un campus permanente para actividades de formación y de encuentro relacionadas con la música. Creo que El Náutico es el espacio óptimo para cualquier iniciativa en la que se mezcle la convivencia, la formación y el encuentro. Muchos de los más grandes momentos que se han vivido en El Náutico han sido fruto, no de lo programado, sino del encuentro. Para mí eso es lo que más valor tiene.

—¿Un sueño cumplido?

—Vivir aquí y hacer realidad este proyecto. Que no es un sueño. Son muchos.

—¿Tienes en algún momento del año ocasión de ir a conciertos?

—Voy a muy pocos. Mi nivel de entrega es tal que cuando salgo de aquí, ir a un concierto no es lo primero que quiero hacer. Y ni siquiera aquí puedo verlos con los cinco sentidos, sin interferencias.

—¿Qué haces cuando no piensas en El Náutico?

—Las cosas más simples. Tomarme una cerveza cocinando con amigos. Ese es mi concepto de fiesta ahora mismo.

—¿Volveremos a ver algún día en El Náutico un cartel de conciertos desde el suelo hasta el techo?

—Sí, claro [se ríe]. A finales de septiembre.