Tamara Rojo, la mujer que marca el paso de la danza internacional

FUGAS

Tamara Rojo.
Tamara Rojo. Emilio Naranjo | Efe

La bailarina española dejará el English National Ballet para dirigir la compañía más antigua de Estados Unidos

21 ene 2022 . Actualizado a las 19:09 h.

«Esta niña luchaba por encajar. Quería ser bailarina, enfermera, geóloga, arqueóloga, violonchelista y revolucionaria. Si pudiera volver atrás, le diría que siguiera trabajando duro en lo que amaba, que disfrutase el viaje y fuese amable consigo misma, porque su esfuerzo y su pasión serán suficientes y un día ella encontrará su lugar en el mundo». Esto escribía Tamara Rojo en sus redes sociales hace unos meses, bajo una fotografía de ella misma de pequeña. Y parece que este año 2022, su lugar en el mundo está más claro que nunca: la bailarina española estrenó esta semana su primer ballet completo como coreógrafa, con el English National Ballet (ENB), la compañía que dirige desde hace una década. Unos días antes, anunciaba que pronto dejará Londres para dirigir el Ballet de San Francisco, la compañía más veterana de Estados Unidos y la segunda en presupuesto. Es la primera vez en la historia de esta compañía que una mujer se pone al frente de la dirección artística. No lo tendrá fácil. Rojo debe sustituir a Helgi Tomasson, el islandés que desde el año 85 dirige la compañía estadounidense. La española, que durante su etapa al frente del ENB ha compaginado el baile con la dirección, ha dejado los escenarios y a sus 47 años se centrará solo en ponerse al frente de su nueva empresa. Donde, por cierto, una de las bailarinas principales es gallega: la viguesa Dores André entró en el ballet de San Francisco en el 2004 y desde el 2015 es una de sus estrellas.

Rojo se ha ganado paso a paso su posición en el ballet internacional. Desde que comenzó su formación con Víctor Ullate hasta que se convirtió en directora artística del ENB, la española fue bailarina principal en el Scottish Ballet, en el propio English National y en el Royal Ballet. En el 2012, sin ninguna experiencia en gestión, asumió la dirección artística del English National Ballet, y una década después no solo ha conseguido posicionar a la compañía británica en el panorama internacional, sino que ha logrado una nueva y moderna sede, y sobre todo, ha dejado claro que tenía una idea en mente y que es capaz de conseguirla. ¿Respeto a los clásicos? Todo. ¿Apuesta por la renovación? También. Uno de sus órdagos más arriesgados, pero también su mayor éxito, ha sido la nueva Giselle que encargó al coreógrafo Akram Khan.

Durante esta etapa ha apostado también por el trabajo de coreógrafas, probablemente las grandes olvidadas en un mundo, el de la danza, en el que las mujeres bailan, son estrellas, dirigen compañías de prestigio (la propia Rojo, pero también Aurélie Dupont en el Ballet de la Ópera de París, Julie Kent en el Washington Ballet, Wendy Wheelan en el New York City Ballet...), pero rara vez son reconocidas como coreógrafas. La española apostó por la creación femenina con el programa She said (Ella dijo), de Annabelle López Ochoa, Yabin Wang y Aszure Barton. Todo ello sin olvidar que el espíritu fundacional de la compañía era llevar la danza a todos los rincones del Reino Unido, y ofrecer clásicos donde los haya, como las representaciones navideñas de El cascanueces.

De LONDRES A SAN FRANCISCO

Pero no todo en esta década ha sido glamur y aplausos. La gestión de Rojo ha sido criticada (siempre de forma anónima) por bailarines que la han acusado de despótica y de crear un ambiente tóxico de trabajo. Su relación con uno de los bailarines principales, Isaac Hernández, con quien ha tenido un hijo recientemente, ha sido cuestionada. Rojo siempre ha defendido su transparencia al respecto. Curiosamente, Hernández acaba de ser nombrado bailarín principal en el ballet de San Francisco, donde también empezó su carrera, así que de nuevo volverá a bailar a las órdenes de la española.

«Ella es la voz del futuro», afirman desde el Ballet de San Francisco, para justificar la elección de Rojo tras diez meses de búsqueda. Un futuro hacia el que ha dado un paso más esta semana con el estreno de Raymonda, una revisión del clásico de Marius Petipa (el creador de El lago de los cisnes, La bella durmiente o El cascanueces) y su primer trabajo como coreógrafa, acogido con el aplauso de la crítica de Londres. Un estreno triunfal que será también su despedida creativa de la que ha sido su casa durante la última década, aunque hasta finales de año no cambiará las vistas del Támesis por la Costa Oeste para seguir marcando el ritmo de la danza.