El pasmo que da vivir

Mercedes Corbillón FUGAS

FUGAS

21 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya no hay turistas en El Muelle, ni siquiera peregrinos. Me gusta venir más temprano, cuando apenas ha amanecido y las lámparas a través de las ventanas son globos en el aire que flotan entre el gris de la mañana y el gris de la ciudad y el gris de la vida en algunos días de invierno. No importa que la fachada del edificio trasero luzca de un blanco ibicenco. Acabo de reparar en ella, en realidad. ¿Habrá estado siempre así? Ese encalado inmaculado de hoy no parece que tenga mucho futuro y tampoco pasado, pero quién sabe.

Me paso el día mirando y, sin embargo, no se me ocurre peor testigo para un crimen que yo. Me imagino a la policía desesperada haciéndome preguntas que sería incapaz de responder. Me convertiría en sospechosa, todo por pasmar mientras parece que estoy atenta.

En Paraíso, la novela de Abdulrazak Gurnah, el protagonista también observa. Su mirada también tiene algo de pasmada, el pasmo de la incertidumbre y la sorpresa, el pasmo que da a menudo vivir. Al mismo tiempo es ávida, hambrienta, curiosa, expectante. Se llama Yusuf y es apenas un niño, uno que está a punto de dejar de serlo. Deja Kawa, un pueblo al albur de una estación de tren, el tren de los alemanes en África Oriental, para irse con su «tío», que se lo lleva como pago de una deuda que su padre no ha podido saldar. Eso lo comprenderá después, su condición de esclavo cuando ya no había esclavos. Había europeos, eso sí, viviendo en los lugares más hermosos, explotando las tierras más ricas, negociando, disponiendo, matando, interactuando con árabes, indios, africanos.

Yusuf es guapo. La belleza no es una cuestión baladí, puede ser condena o suerte, una carta para evadirse de la violencia de vivir en según qué lugares y en según qué tiempos. Yusuf observa y crece. Aún no sé qué será de él. El libro espera en el bolso y yo saco unas monedas para pagar el café. Después, tecleo en Google «Tanzania». No sé por qué, África tiende a desdibujarse en mi mente. Lo único que sé de ese lugar es que a orillas del lago Tanganica se encontraron Livingstone y Stanley, supongo.

La literatura, aunque sea en inglés, me acerca allí.