Rayden: «Un guantazo escuece más si lo das con elegancia»

FUGAS

STEVEN BERNHARD

Ni su estética ni su concepto se ajustan al arquetipo del rap. Ha culminado una obra con cien canciones que el sábado presenta en Marín

08 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Antónimo, sinónimo y homónimo, tres conceptos que dan título a los tres últimos discos del rapero y poeta madrileño Rayden. Y de alguna manera, los tres le definen. Lo narra en Himno del centenario, su canción número cien, una extensa oda autobiográfica que termina con un «lo hemos conseguido» y con la que cierra mucho más que un disco.

-Como diría un castizo, después de «Homónimo» te habrás quedado a gusto.

-La verdad es que sí. Era algo que tenía en mente desde el 2009, cuando me planteé hacer una hexalogía y que la suma de los seis discos fuesen cien canciones. Muy a gusto y muy agradecido al público, que al final ha sido el que ha sostenido y arropado esta paja mental. Porque yo puedo pretender hacer todo esto, pero si el público no lo arropa, no se sostiene.

-¿Adviertes muchas diferencias entre el Rayden de la canción uno y de la cien?

-Noto muchas diferencias, pero también noto muchos puntos en común. Creo que soy más fino y más incisivo a la hora de escribir, pero al principio se me veía muy apretado por las hechuras. Ahora se me ve totalmente libre, suelto y desvergonzado.

-¿Ya tienes escrita la canción 101?

-La 101 ya está incluso publicada. Es Tristán da Cunha, el tema que hice con Vanessa Martín. No quise meterlo en el disco, pero sí que forma parte de su universo. Digamos que es una manera de romper con la idea de que el círculo se cierra cuando se publica el cedé. Tengo escrita la 102, la 103, la 104... Por esa parte, no hay bloqueo.

-En ese «Himno del centenario», haces balance de tus seis parejas y siete mudanzas. ¿Qué fue más duro?

-A día de hoy, las siete mudanzas. Por lo menos, cada ruptura siempre me dio para una buena canción.

-En el disco reivindicas el derecho a decir «no sé». ¿Tanto nos asusta manifestar nuestras dudas?

-Totalmente. Vivimos unos tiempos locos en los que decir un «no sé» es una inadmisible falla en el conocimiento, cuando debería ser al revés, debería ser una invitación al conocimiento. Creo que con la atrofia social producida por las redes toda la gente necesita decir algo antes que tener algo que decir. El «no sé» no se permite. Todo el rato tenemos que tener opinión de todo. Da igual que sea de volcanes que de Afganistán.

-A pesar de esa querencia de la escena del rap por el «underground», nunca has renegado de tus aspiraciones «mainstream».

-Es que a mí no me pesa esa carga. Cuando empecé a escuchar rap de Estados Unidos, las canciones que más me gustaban eran las que tenían colaboraciones com algo que se saliese del género. Y yo dije: «Quiero hacer eso». Para el primer disco intenté contactar con Fito porque me habría gustado hacer un tema con él. Después, cuando he tenido ocasión, ya habéis visto que he colaborado con todo tipo de artistas. Nunca le he hecho caso a esa distinción. Hay artistas del underground que me flipan, pero mi propuesta es más abierta.

-Has defendido a Pablo Hasel aunque él se haya metido contigo. ¿Eres el rapero buenote?

-No el rapero buenote, pero tengo 36 años y me la suda que intenten dañarme en el ego. Yo siempre voy a estar a favor de la libertad de expresión incluso para alguien que sea un cabestro, como puede ser Pablo Hasel. A mí que me digan que soy un vendido o un perro del sistema no me va a quitar el sueño. Aunque me vean como un meacolonias yo también tengo canciones muy punzantes y que critican cosas muy serias. También doy mis guantazos, aunque sean con un guante de seda. Es más, creo que si están escritos con elegancia y buen gusto, pican y escuecen más.

—Dices que tu mejor tema es «La mujer cactus y el hombre globo». ¿Por qué?

—Porque probé a hacer una cosa que nunca había hecho. Yo admiro mucho a Iván y a Amaro Ferreiro porque son capaces de en una canción hacerte un storytelling en el que te pueden describir todo, absolutamente todo. Te teletransportan allí. Yo nunca he sabido hacer eso. Y en esa canción probé a jugar al plano detalle y a ver que ocurría. Y al final ha sido una de las canciones en la que la gente más representada se siente.

—En otro tema dices que te gustaría vivir dentro de muchas canciones. Elige una.

—Pues mira una que se llama Perdidamente encontrados, que saldrá en el siguiente disco. Si tengo que elegir un lugar en el que quedarme, es ahí.

—Ya que hablas de ese futuro disco, tras la hexalogía, ¿abrirás otra serie?

—Creo que lo que va a pasar no lo espera nadie. A lo mejor no hay que esperar mucho para que saque otro disco. Y en el momento en que salga ya la gente se va a enterar de todo el concepto y toda la idea, porque sí, va a haber conceptualidad.

—Tú venías del mundo de la poesía y probaste a convertirla en canción. ¿Fue más difícil esa conversión de lo que pensabas en un primer momento?

—Mucho más, sí. Yo pensaba que poesía y música eran hermanas gemelas pero no, son mellizas y encima les repatea que las comparen. Menos mal que con el tiempo he desarrollado la capacidad de separarlas porque no, no hay conversión posible.

—En «El gobierno de las canciones» dices que «cuando parte el artista, se parte la vida», que recuerda a aquel «si calla el cantor, calla la vida» de Mercedes Sosa.

—Sí, sí, lo hice como un guiño a esa canción porque es algo que está ocurriendo ahora en España. A nivel de cultura somos el país que más restricciones tenemos y nos estamos secando. Se están secando los técnicos, se están secando las salas, se están secando los grupos emergentes, se está secando toda una industria y, por supuesto, se está secando una parte de nuestra vida.

Marín Parque Azul, sábado, 20.30 15 EUROS