Begoña Peñamaría: «Perder a un hermano marca, eso vive y vivirá en mí hasta que me muera»

FUGAS

Gema García

La diseñadora coruñesa de moda de novias y autora de «Dejadme marchar» vuelve al escaparate con un luminoso libro infantil que nos casa con la ilusión

20 sep 2021 . Actualizado a las 08:17 h.

De la herida más grande que le abrió la vida, la muerte de su hermano pequeño, Sergio, a los 33 años por un cáncer fulminante, brotó su vocación de escritora y nació su libro Dejadme marchar. La diseñadora de moda de novias coruñesa Begoña Peñamaría, que guarda parentesco con Elena Quiroga y con Rosalía de Castro, nos invita ahora a no perder la esperanza con Un submarino en los sueños de Julieta, un cuento para niños que no es solo para niños, y que nos sumerge, desde la fantasía, en realidades tan adultas como la pérdida de un ser querido o la depresión. El sentido lo ponen el amor y la amistad. Ella, que dispara a la hipocresía y los filtros que anulan la autenticidad tanto en el mundo digital como en el real, valora sobre todo la palabra y el sentido del honor, subraya. Su historia es hondamente psicológica, humana. Veinte años de oficio en su taller de novias, nos decía en una entrevista anterior, le han valido ese aprendizaje psicológico de fondo. «Dicen que sé leer a la gente. Vestir novias es una escuela. Ves mujeres que son inseguras, otras que van sobradísimas, otras nerviosísimas, hay incluso quien está deprimido y quien padece un trastorno mental», se mojaba al hilo de la presentación de su novela Las horas no contadas. Con Un submarino en los sueños de Julieta nos descubre a una adolecente especial, con la que admite guardar similitudes, «que tiene un don». Ese don la ayuda a afrontar los retos que le pone la vida. Nunca acabas de conocer a una persona del todo, leemos, quizá «ahí está la magia de los seres humanos».

­—En esta historia los niños sufren. No estamos muy acostumbrados a verlo, porque duele, a veces ni siquiera nos damos cuenta de lo que los niños pueden sufrir.

—Efectivamente, los niños sufren. En esta historia está Julieta con su sufrimiento, por la pérdida de su hermano y lo que está viviendo en su casa desde entonces, y Beltrán con lo de su abuelo. Y este es un mensaje a la sociedad, porque es importante recordar que las personas mayores son útiles. A Beltrán le han arrancado un brazo al llevarse a su abuelo y lo único que quiere es estar con él.

­—Hay una denuncia al trato que dispensamos a nuestros mayores desde la mirada lúcida de un niño.

—Sí. Los mayores son personas que nos pueden enseñar tanto-tanto... Y la sociedad, ya sea por falta de tiempo, de medios, de lo que sea, simplemente los arrincona y mira para otro lado.

­—El ejemplo lo pone muy bien Julieta: a un niño que se despierta a gritos en mitad de la noche por un terror nocturno sus padres no lo mandarían a un internado. ¿Por qué a un anciano sí?

—Sí. Claro... El señor mayor se está volviendo un poco niño y entonces estorba. Sin embargo, un niño pequeño no estorba. Se entiende que, si está enfermo, necesita que sus padres estén ahí.

­—Juega con la realidad y el sueño como si fuesen las dos caras de lo mismo. ¿Soñó la novela antes de escribirla?

—No, no la soñé antes, pero sí es verdad que nunca he perdido la capacidad de soñar, tanto a nivel espiritual como de forma física. Yo sueño, ¡y sueño mucho! Y cosas que a veces hasta me creo... Lo cual puede ser un problema.

—¿Anticipa lo que va a pasar?

—No, eso me haría parecer una persona poco cabal. A veces un sueño siento que me advierte si va a ocurrir algo importante. Le doy mucha importancia a los sueños, es otra dimensión de la que sabemos muy poco. Los sueños son las entretelas de la gente.

—¿Lee, como la protagonista de este cuento, el interior de las personas? ¿Es algo psicóloga?

—Tengo bastante intuición. Tengo cierta facilidad para leer a las personas. Estar 25 años dedicándome a vestir a la gente para un día tan importante como una boda te enseña a observar muy detenidamente a las personas. Yo hablo con mucha gente todos los días. Para ser convincente hay que utilizar bien las palabras. Una palabra es el arma más poderosa. Una palabra mal dicha puede iniciar una guerra.

—¿También al vender moda de novias importa el uso correcto, preciso, de las palabras?

—Sí. No me refiero con ello a usar el lenguaje de una forma magistral o ser súper culta, sino de llegar al corazón de las personas. Para mí mis clientas son mis amigas. Después se olvidarán de mí... o no. Pero creamos un vínculo muy fuerte en ese momento. A todas las tengo agregadas en el WhatsApp.

—¿Tiene mucho que ver con Julieta, con esa niña madura y fantasiosa a la vez? Es inevitable recordar en este texto al joven hermano que se despide de los suyos en el estremecedor «Dejadme marchar», sobre la muerte de su hermano pequeño.

—La muerte de un hermano te marca, te hace ver la vida de una manera muy diferente. Eso vive y vivirá en mí hasta que me muera. Sí, hay mucho de mí en Julieta. Pasé momentos de mi adolescencia confundida, cambiando de ciudad en ciudad con la familia. No es fácil. Es difícil integrarse cada dos por tres en nuevos lugares, por eso valoro tanto la amistad. Sé lo difícil que es volver a empezar una y otra vez, cuando antes no había WhatsApp ni móviles ni nada... Me considero muy afortunada, pero sí tuve ese vacío.

—En este cuento nos hace ver la infancia de una manera poco disfrazada, de forma madura, esencial. ¿La tenemos hoy muy idealizada, muy pintada de azul y rosa?

—Sí, y no es verdad. Y hoy las redes les están haciendo un daño terrible, por la competitividad por el like. Yo se lo digo a mis hijos: «Esta gente está mostrando ahí su minuto feliz, pero su vida no es ese minuto que te enseña». No hay nada perfecto. Y a nuestros niños hay que estar peleando constantemente por decírselo, por educarles en este mundo de apariencias.

—¿Por qué toca la depresión, de forma tan realista, en esta historia?

—Porque he tenido algún caso cercano. Y he querido transmitir que la ilusión se puede ir recuperando con amor, paciencia y con ayuda.

—¿Sus clientas leen sus libros, o la escritora y la diseñadora tienen públicos distintos?

—No les pregunto... Pero algunas de ellas me comentan, algunas han venido con el libro para que se lo firmase.

—¿Se parecen la escritora y la diseñadora que es, son la misma o se trata de dos facetas diferentes?

—¡Lo tienen todo en común! Yo soy lo que soy, no puedo aparentar. Y los trabajos se parecen, porque cuando estoy creando un vestido también estoy creando una historia. Al final, las dos cosas consisten realmente en crear y comunicar.

—¿Es de las que piensan: «Ya no quedan novias como las antes»?

—¡No! Eso no puedo decirlo yo... Hay cosas que han cambiado, ahora las novias vienen con mucha información, casi siempre saben lo que quieren. Eso está bien.

—¿Qué valora más de las personas?

—El honor. Dejando a un lado lo ideológico, el comportamiento del embajador Gabriel Ferrán en Afganistán me parece ejemplar. Valoro ese sentido del deber. No se marchó, siguió en primera línea para coordinar hasta el final las tareas de evacuación.