«Dinero fácil»: lo de siempre, pero muy bien contado

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No se caigan en el primer capítulo, merece la pena ser pacientes con esta serie, que nos sumerge en el ambiente frío y degradado de la periferia de Estocolmo

27 ago 2021 . Actualizado a las 11:46 h.

El amor, la codicia, la traición, la venganza, la redención... todas esas cosas que mueven el mundo son también la materia con la que se fabrican las buenas historias. Encontrarlas bien combinadas con talento y frescura en el tedioso e interminable catálogo de cualquier plataforma es el deseo cotidiano de millones de consumidores a quienes el algoritmo no les ha cogido el punto. Ahí va por tanto una sugerencia: Dinero fácil (Snabba Cash, Netflix, 2021). Es una historia de las de siempre, pero muy bien contada.

Dirigida por Jesper Ganslandt y Mans Mansson, se estrenó el pasado 7 de abril y está basada en los libros del escritor sueco Jens Lapidus, un dato que debería poner en alerta a los aficionados al noir nórdico. Lapidus publicó en el 2006 el primer tomo de lo que llamó la Trilogía Negra de Estocolmo. Aquellos libros se adaptaron al cine hace diez años y ahora han desembocado en esta miniserie de seis capítulos de 45 minutos. Los personajes ya no son los mismos. Lapidus, coguionista de la serie, ha modificado el perfil del cásting, hasta el punto de que la mayoría de ellos son árabes, respondiendo a los cambios sociales del país. De origen árabe es Leia, la protagonista que intenta sacar adelante con algo más que coraje la start up que la va a hacer millonaria; árabe es Salim, que canta en las bodas, se coloca con coca base y al que cada vez le cuesta más apretar el gatillo. Y luego está Tim, el adolescente sueco deslumbrado por ese mundo turbio, tan distinto al civilizado y flácido ideal que encarna su padre.

No se caigan en el primer capítulo; sean pacientes. La serie va de menos a más. Es preciso que así sea para gozar del desenlace tras la maduración justa, que deja ese regusto agridulce frente a los títulos de crédito cuando no queda ningún capítulo más. En este caso, los productores avanzan que está en marcha una segunda temporada, lo cual consuela poco, pero alivia algo. Mucha atención a la realización, con cámaras muy eléctricas, siempre en movimiento; a los actores, prácticamente sin fisuras y al ambiente frío y degradado de la periferia de Estocolmo.