Un buen día le dejaron marchar con una condición: que grabara esas mismas canciones y no otras, de lo contrario emprenderían acciones legales. Fue entonces cuando él y Miguel Ángel Arenas, Capi, que sería su productor, las llevaron a Warner y consiguieron sacar el disco adelante. «Lo que ahora nos parece algo muy natural en 1990 era una propuesta totalmente rompedora que no tenía cabida en la industria», explica Íñigo Zabala en Vive, la biografía que Óscar Blesa publicó en el 2017 con motivo de los 20 años de Más, el disco más vendido de la historia de España. A pesar de que son muchas voces las que se apuntan el tanto, realmente fue Zabala, presidente de Warner Latinoamérica, el que merece el título de «el descubridor». Sin embargo, la primera vez que Zabala había visto a Alejandro, cuando él y Capi buscaban compañía para un artista llamado Alejandro Magno, no le gustó nada. Y así se lo dijo. Aun así, siempre tuvo claro que había algo más detrás de Magno, y no dudó en apostar por él en cuanto escuchó los temas de Viviendo deprisa, más concretamente, Se le apagó la luz, «la canción por la que lo contratan». Su fichaje por Warner supuso una batalla abierta en toda regla en la que las dos multinacionales del momento (Warner y BMG) sacaron toda su artillería, tal y como recoge con detalle Blesa en el libro, pero una llamada de Zabala in extremis inclinó la balanza.
Al poco de fichar, Alejandro era solamente Alejandro. Se había despojado de Magno, aunque le quedaba algo pendiente. «Una vez por su cumpleaños no sabía qué regalarle. En una ocasión le había preguntado lo que más ilusión le haría -cuenta Pepe Barroso en Vive-. ‘Es imposible -me dijo- me gustaría tener el máster de Alejandro Magno'. Y yo se lo conseguí». El cambio de Magno a Sanz no fue aleatorio. Sonaron varias propuestas, entre ellas Herrera. Pero finalmente se quedó Sanz, como sugirió Capi, porque sonaba mejor.