«La música no es lo más importante»: cuando la pasión se torna en razón (y viceversa)

FUGAS

El periodista Javier Becerra presenta este conjunto de reflexiones que a más de uno harán sonrojar (o incluso enfadar)

20 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Escrito durante el confinamiento y con el punto de partida de la elección involuntaria del Resistiré del Dúo Dinámico como liberador himno de aquel encierro, el periodista Javier Becerra presenta este conjunto de reflexiones que a más de uno harán sonrojar (o incluso enfadar) que ha titulado La música no es lo más importante. Contradicciones de un melómano con su pasión (Libros.com). Si se conoce al autor, el título puede, cuando menos, sorprender. Pero todo tiene su explicación. Becerra se desnuda -en sentido figurado- ante sus lectores, muchos de ellos más acostumbrados a sentar cátedra que a reflexionar, y les invita a entonar a coro con él el mea culpa: los «que saben de música» son, en buena medida, unos flipados y unos plastas.

El autor reconoce errores pasados (romper una relación sentimental para poder atender a un concierto de los Chemical Brothers tiene delito). Pero explica su proceso de iluminación y conversión y su propósito de enmienda. Porque de pontificar en la barra del bar también se sale. A través de un conjunto de anécdotas y vivencias propias, Becerra muestra cómo la razón se ha ido imponiendo a una pasión que en ocasiones rozaba la locura. Pero ojo, que la pasión no se destruye, sino que se transforma. Lo que desaparecen son las ganas de demostrar quién es el gallo que más sabe de música y, frente a aquella excitación testosterónica, va apareciendo una ilusión más pura y sosegada. Ya no necesita el melómano ver la cara de sus colegas ante una nueva lección musical. La cara que necesita ver ahora es la de sus hijos fascinados al escuchar por primera vez a los Beatles. Y la cita aquí no es baladí, que el propio Becerra reconoce haber descubierto (o, al menos, redescubierto) a los de Liverpool con cuarentaytantos, y todo gracias a esa aproximación inocente y pura de sus retoños a una música que fue creada para ser disfrutada, precisamente, de esa manera.

No se trata este libro de adictiva lectura de los desvaríos de un señor que cree estar tan de vuelta y que se atreve a dar lecciones de vida. Al revés. Becerra comparte, como ha hecho toda su vida periodística, su último descubrimiento, que en este caso va más allá de grupos o estilos musicales: ha descubierto cómo volver a disfrutar de una manera auténtica de la música. Alejado de complejos e imposturas, sin tener que forzar la pose y engolar la voz, reconociendo las limitaciones y debilidades propias (las ajenas han estado siempre muy claras). Es decir, tras infinitas horas de vuelo, el melómano suelta por fin lastre, hace lo que le da la gana y, sobre todo, vuelve a ilusionarse con la música, encontrando esos «pinchazos», esos instantes mágicos en los que un cambio de ritmo inesperado te eleva a otra dimensión, tanto en Leonard Cohen como en Belinda Carlisle (aunque hay que reconocer que abundan más en el repertorio del canadiense que en el de la excantante de The Go-Go's).