Millonarios y otras especies de exterior

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Jeff Bezos haciendo sonar una campana, antes de subirse al Blue Origin
Jeff Bezos haciendo sonar una campana, antes de subirse al Blue Origin BLUE ORIGIN

30 jul 2021 . Actualizado a las 10:56 h.

Los artículos de Julio Camba no caducan, parecen escritos fuera del tiempo, habitar la actualidad del ser humano, como si el señor de Vilanova de Arousa tomara la distancia suficiente de sus coetáneos, como si viera todas sus cuitas y les aplicase un coeficiente reductor de intensidad e importancia. Y de ironía.

En C. tengo un ejemplar de La ciudad automática descolorido por esa luz abrasiva que inunda mi palomar. A menudo lo abro al azar para disfrutar de su mirada, de su prosa, de su humor.

En uno titulado Moscú y Detroit asegura que le da lo mismo la dominación capitalista americana que la dominación comunista rusa porque «ambas representan la máquina contra el hombre, la estandarización contra la diferenciación, la masa frente al individuo».

También dice que en América el estado, que es Ford o Rockefeller, «le saca al ciudadano todo el rendimiento posible y subviene directamente sus necesidades», esto último a su interés, por supuesto.

Se imaginaba él en su estancia en Nueva York que en pocos años el dinero de América estaría en manos de seis o siete personas y que, inevitablemente, los ricos invertirían en las mismas cuestiones que el Estado, no porque fueran especialmente generosos, sino porque es imposible gastar de forma egoísta después de haber gastado de forma personal cantidades obscenas de dinero.

Los millonarios de ahora siguen disfrutando de la estandarización de los hombres, pero se resisten a que toda esa ingente pasta que poseen de tanto repetirse ya no les sirva para gran cosa, y por eso andan enfervorecidos buscando la manera de llegar al espacio. En realidad, lo que buscan desesperadamente es la inmortalidad, que, quién sabe, quizás esté más cerca en Marte.

Mientras tanto, tienen la bóveda celeste tan llena de satélites perdidos que cualquier día no nos dejarán ver las estrellas.

Por ahora, la parca tiene la costumbre de igualarnos unos a otros, y para pasar el rato de la vida (y sin dinero) podemos leer a señores que tuvieron el gusto de no tomarse demasiado en serio y morirse elegantemente en un hotel.