Lecciones de vida de Bowie para ayudar a sus fans

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En una pirueta todavía sorprendente del mito pop, se acaba de editar «El tao de Bowie», diez lecciones de la vida y la obra del Duque Blanco

02 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Está claro que David Bowie vale igual para un roto que para un descosido. Su inabarcable figura comprendía en vida aspectos como la música, el cine y la moda. Pero tras su muerte han aparecido ramificaciones de lo más insólitas. Así podemos ver a aquel Bowie que escandalizaba al mundo en 1972 retratado hoy en día como personaje referente para niños dentro en el libro de María Isabel Sánchez Vegara y Ana Albero Vázquez en la serie Pequeño y Grande. O colándose en una de las aventuras de la colección Little Niño, de Dani Llabrés y Jaime Pantoja. También se convirtió en el 2019 en una suerte de bibliotecario con El club de lectura de David Bowie, que recogía sus libros favoritos.

Ahora, en una pirueta todavía más sorprendente del mito pop, se acaba de editar El tao de Bowie (Kitsune Books), de Mark Edwards, periodista y coach norteamericano. Un libro que parte de la vida y obra del Duque Blanco para sacar enseñanzas desde ahí y canalizar mejor la existente. A medio camino entre la biografía parcial del músico y el libro de crecimiento interior, ofrece una perspectiva insólita. Tal y como indica el autor, se trata de utilizar «el viaje vital de autodescubrimiento de David Bowie como modelo para nuestra trayectoria personal».

Realmente, Bowie tenía la facultad especial de cantarle a los inadaptados y perdedores, convirtiéndose en una especie de superhéroe para ellos. Tal y como recuerda Edwards, «también fue un joven perdido y aislado, que no sabía cuál era su lugar en el mundo y que era incapaz de amar y ser amado». Desde ahí logró convertirse en una rutilante estrella «encontró la felicidad, permitió que el amor entrara en su vida e incluso se enfrentó a su enfermedad con serenidad y valentía».

Con ese punto de partida, el autor hace un trazado por aspectos de Bowie. Desde su interés temprano por el budismo, para buscar el equilibrio, a una infancia vacía y llena de carencias afectivas. Desde el uso de las máscaras y los personajes para no enfrentarse a los aspectos de la realidad que le aterraba al uso compulsivo de las drogas para trabajar y escapar de todo ello. Desde su período infernal de 1974-1976 en una espiral de psicosis, anorexia y cocaína a su retiro en Berlín con Iggy Pop para saber quién era. Desde el descubrimiento del amor más allá de uno mismo, al conocer a Imán, hasta su último año trabajando feliz pese a tener un cáncer terminal.

De cada uno de esos hilos tira Mark Edwards para extraer enseñanzas que llevan el relato al terreno de la autoayuda. Si, por ejemplo, Bowie se hundía en la grabación de Station to Station (1976), el autor expone la enseñanza de que siempre puedes crecer, incluso en los momentos más oscuros. A partir de ahí entremezcla religión y psicología, y plantea toda una serie de ejercicios. Propone preguntas tipo «¿quién soy yo si no juzgo?», invita a hacer proyecciones en el futuro y a analizar de manera pormenorizada el presente. Todo ello acompañado de ejercicios de respiración y meditación. Y sí, el la secuencia nace de David Bowie.

Es solo uno de los pasajes de un volumen que pide la complicidad y ganas de creer del género de la autoayuda. Además de proponer luces para el alma, ofrece la posibilidad de conocer a Bowie desde un punto de vista insólito. Por ejemplo, los beneficios psicológicos que tuvo en él la aventura de Tin Machine. Vilipendiada por la mayoría de la crítica, incomprendida por muchos de sus fans, pero con unos delicioso efectos secundarios de un autor que estaba pasando otro infierno de la fama en plenos años ochenta.