Paula Bonet: «Para ser machista muchas veces solo hay que ser bien educado»

FUGAS

PACO RODRÍGUEZ

La ilustradora valenciana debuta como novelista con «La anguila», en la que aborda las agresiones en el cuerpo de la mujer tomando referentes de su propia experiencia personal

14 sep 2021 . Actualizado a las 18:12 h.

No es el primer libro que escribe Paula Bonet (Villarreal, 1980), pero La anguila (Anagrama) sí es su debut como novelista al desprenderse de la ilustración. Un estreno en el que echa mano de su propia experiencia narrando distintos tipos de agresiones que sufrió -en la obra se refiere a los autores como un Premio Nacional de Poesía y un profesor universitario- e incluyendo cartas entre sus abuelos. Ahora, afirma que está «abrumada» por el impacto de la novela, que creó de manera paralela a una exposición. Le llama la atención la reacción de algunos hombres: «Me dicen que les sorprende la historia, que es muy dolorosa, siniestra...; ¡pero eso es lo que vivimos las mujeres a diario!», explica. 

-¿Qué la llevó a afrontar su primera novela y narrar los abusos que sufrió?

-Por una parte, quería escribir un texto que sea carne, carne que palpita, que queda atrapada y se escurre; y, por otro lado, me suceden una serie de hechos que, al ser tan cercanos en el tiempo -falleció mi abuelo y tuve dos abortos espontáneos-, me provocan esta necesidad de hablar de la vida y la muerte. Entonces, la novela iba a ser solo la primera parte, que habla de las violencias casi invisibles que están en el léxico, que están en la manera que tenemos de relacionarnos en el núcleo familiar -incluso en el núcleo familiar más amoroso-, cómo se nos trata a las mujeres desde la medicina... Sin embargo, a medida que escribía, entendí que si estaba hablando de agresiones, necesitaba incluir una segunda parte en la que narrar las violencias más evidentes. Lo digo así, con la boca rara (hace un gesto con la cara), porque, por más evidentes que sean una violación, una manipulación, un acoso, tampoco lo son tanto porque el propio sistema se encarga de proteger a aquellos que realizan estas acciones. De hecho, hay personas, hay hombres que, como su manera de estar en el mundo les permite coger lo que quieran y cuando les viene en gana, muchas veces no son ni conscientes de que quizá no hay un consentimiento. Por eso en la segunda parte hablo de varios tipos de abusos. Pero no me gustaría resumir La anguila, que es una carta de amor a un señor [su abuelo], a la pintura, a América Latina, a la literatura..., como un libro que narra dos agresiones.

­—La protagonista lleva su nombre, Paula Bonet. Hay autobiografía, pero también ficción.

—Si hubiera escrito una autobiografía, unas memorias o una confesión, la historia no habría sido verosímil. Necesitaba dotar la novela de esa verosimilitud. Sin ficcionar ciertos hechos, no sería creíble. Además, es la ficción lo que como autora me coloca en un lugar de revelación y la que me permite que el espejo que me pongo enfrente no tenga vaho y mirar directamente aquello que quiero enfrentar.

«Una persona que sufre una agresión de este tipo tarda una media de ocho años en entender que la ha sufrido»

­—¿Y por qué se decidió a plasmar esos hechos que ocurrieron hace años?

—Para cuestionar el sistema judicial. Una persona que sufre una agresión de este tipo tarda una media de ocho años en entender que la ha sufrido. El otro porqué habría que vincularlo con mis trabajos anteriores. Si se analiza toda mi obra, se ve la evolución de la mujer joven a la que le han prometido una igualdad de género que es una mentira; y de una mujer joven que intenta erigirse como sujeto y el propio sistema trata de invisibilizarla.

—Tuvo claro lo de no dar nombres...

—Sí, porque es una novela. No es una denuncia puesta en juzgado, ni un tuit... Pienso que lo menos importante es revelar la identidad de las personas que han inspirado los personajes. El problema no es que existan estos tres señores, sino que existan las violencias contra las mujeres y hay muchos señores que las ejercen. El objetivo es iluminar ese hecho.

­—¿Su intención es que la mujer vea que está con un violador o un acosador?

—La novela no es un artefacto que te vaya a dar respuestas, sino que es un espejo en el que mirarte. Ojalá muchas mujeres se miren, se vean reflejadas y puedan tomar decisiones que les beneficien. Y ojalá muchos hombres se miren, se vean reflejados y sean conscientes de que ese no es el camino ni los modos, que ese privilegio que tienen por el hecho de habitar un cuerpo masculino también es una trampa.

—Comentó alguna vez que el #Metoo le había revelado lo que le había sucedido.

—Sí, cuando Asia Argento verbaliza la agresión en Cannes y dice: «Vosotros sabéis quiénes sois». Ahí está el espejo. La anguila también se coloca en ese lugar de no poner un dedo señalando a nadie porque todos somos hijos e hijas de un mismo contexto y para comportarte de manera machista muchas veces lo único que tienes que hacer es ser bien educado. Es así de cruel, grave y doloroso.

—¿Está aludiendo con eso al Premio Nacional de Poesía y el profesor universitario?

—Sí y no. Esos personajes saben que estaban abusando de su poder. Estoy hablando de lo que desde pequeños nos dicen que es la buena educación. Tanto el Premio Nacional de Poesía como el catedrático de universidad son personas muy leídas, muy respetadas y que hacen uso de lo peor para manipular a una mujer joven.

«Hablo de que una mujer siempre es demasiado joven para que se la respete y se la tenga en cuenta, y después, de repente, es demasiado vieja»

—Lo enmarca en la estructura patriarcal.

—El lenguaje nombra en masculino y después están todas las relaciones de poder que se ejercen a través del lenguaje o de esas «buenas acciones». Además, en la novela hablo de que una mujer siempre es demasiado joven para que se la respete y se la tenga en cuenta, y después, de repente, es demasiado vieja. ¿Dónde está el punto de maduración perfecto de una mujer para que no se nos trate con paternalismo, para que se nos respete, para que se nos escuche, para que no se coja una de nuestras ideas y se coloque reformulada a través de una voz masculina?

—Insiste en que no quiso señalar a nadie.

—Para mí es importante que el lector o lectora entienda cómo una persona puede enamorarse de un maltratador.

—¿Por qué tardó tanto en hablar de ello?

—Querría haber narrado la historia hace cuatro años, cuando la entiendo o la descubro. Pero estaba muy enfadada, por lo que seguramente esa rabia no me iba a permitir explicarme como querría. Este libro tenía que escribirse con templanza. No podía dudar ni de una coma. No quería equivocarme, por eso esperé.

—¿Supuso una dificultad desprenderse de la imagen a la hora de crear?

—No. Es el proyecto que más he podido disfrutar porque es en el que menos muros me he puesto. Además, es en el que me he perdido el respeto; de hecho, el personaje que lleva mi nombre aparece en la novela en situaciones desagradables o ridículas. En la pintura siempre me sentí muy libre y ahora me pasó escribiendo.