Cartas de amor en cuarentena (II)

Mercedes Corbillón EDITORA Y LIBRERA

FUGAS

Eduardo Sanz

15 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Qué me quieres, amor. Así se titulaba aquel cuento de Rivas cuyo contenido no recuerdo, supongo que de ciertas cosas llega con guardar los titulares, o simplemente que hay títulos más fuertes y más rotundos que las propias historias. ¿Qué me quieres, amor?, eso me ha venido a la mente al leerte hablando de reválidas y de guiones y de muertos que no saben de su muerte ni falta que les hace y de tú y yo en tiempos de pandemia, sin llegar nunca a ser nosotros, arrastrando siempre las mismas frases con muchos silencios y muchos signos de interrogación. Qué me quieres, amor, parece que me gritas, como si estuvieras confinado al otro lado del cristal o el metacrilato que ahora habrá en todas partes y te enfadaras porque no soy capaz de oír los latidos de tu corazón que tal vez dicen mi nombre en cada sístole y cada diástole.

Llueve. Hay un momento en que la lluvia persistente tiene su propio ritmo y cadencia, resulta casi previsible, cansina incluso, como un buen contable anotando partidas al debe y al haber. Mi teléfono a veces se ilumina con tu nombre. Busco constantemente esa luz azul y el fuego que dejan tus palabras de amor. Menos mal que el litio no arde y el Deseo no se consume y que ambos somos capaces de dar la vuelta al mundo en ochenta frases bonitas sin detenernos nunca.

Alguien viene a darme el parte del día. Seiscientos muertos. Menos que ayer y más que mañana.

Hubo un abril menos cruel, tú y yo nos besábamos en un pinar, el sol me cegaba los ojos. Los abriste para decirme, esto es personal.

Me pregunto si se puede vivir para siempre en una tarde de abril.