Eladio nos quiere más que nunca

FUGAS

cedida

Esta era puede tener en «Academia» un vértice... o un vórtice. Tras su aparente sosiego, Eladio y Los Seres Queridos, en realidad, llevan años asomándose a los abismos

20 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Lejos de abjurar de su condición de apátrida, Eladio Santos se vale con orgullo de ella para identificar y asumir como propio cualquier territorio musical que transite, por remoto o inhóspito que semeje. Y así, allá donde en cada momento se encuentre, allá donde su fértil e incontenible condición de rutilante creador de melodías pop lo lleve, siempre al amparo de la fiel escudería de Los Seres Queridos, acontecerá lo felizmente inevitable: como si de una estampa holográfica se tratase, de sus canciones ira aflorando un discurrir sereno de emociones que terminará por convertirse en un vertiginoso torrente al que resulta imposible no entregarse voluptuosamente.

Este nuevo disco es la prueba irrefutable de que Eladio y Los Seres Queridos hacen lo que les viene en gana. Y les viene bien. A ellos y a nosotros. Ajenos una vez más a prejuicios formales y conceptuales, en Academia renuevan y refuerzan su particular modo de entender la música popular contemporánea. Esa que, paradójicamente, les conecta con los clásicos. En lo armónico y en lo poético. En su sonoridad y en su discurso. Por mucho que en este caso ambos se alejen como alma que lleva el diablo de la fútil complacencia.

Puede haber tenido más de una vez Eladio Santos el certero convencimiento de haber estado escribiendo las canciones propias de una nueva era. Caduca, como todas. Voluble y mutante. Una era que quizá tenga en Academia un vértice. O un vórtice. Y es que tras su aparente sosiego Eladio y los Seres Queridos en realidad llevan años asomándose sin vértigo a los abismos. A los propios y a los ajenos. A los reales y a los virtuales. A los que han abierto la industria, las tendencias y el mercado. A los creados por gentes que en su aparente sano juicio han llegado a tachar al grupo de ridículo. Gentes que jamás han escrito, ni escribirán, una carta de amor. Claro que, parafraseando a Pessoa, «es ridículo aún mayor nunca haber perdido el juicio». Así que recibamos y disfrutemos como corresponde esta feliz comunión musical que es Academia. Una gran celebración de y para los sin juicio y los desprejuiciados.

Catorce canciones que son, al tiempo, un deslumbrante tratado sobre la felicidad