El pintor que se enamoró del mar de A Coruña

Ralph Zapata Ruiz

FUGAS

MARCOS MÍGUEZ

Raúl Álvarez, que celebra ya diez años de vida artística, revela cómo se zambulló en su vocación y el giro que quiere dar su pintura

22 jun 2019 . Actualizado a las 10:01 h.

Los artistas, los verdaderos artistas, experimentan en algún momento de sus vidas inesperados puntos de quiebre que los marcan como un tajo sobre la piel. Esos episodios configuran, casi siempre, el estilo de sus obras. A Raúl Álvarez Jiménez, pintor madrileño de 37 años, ese punto de quiebre le llegó una noche cuando caminaba por el paseo marítimo de A Coruña, cerca de la fuente de los surfistas. «Recuerdo que iba caminando y todo estaba semioscuro en la calle, me fijé en las farolas y en los reflejos de los edificios sobre el agua y esa imagen me impactó. Dije: "Ostras, no he visto cuadros de Coruña de noche", y así comenzó todo», cuenta en su estudio artístico ubicado en una calle céntrica que desemboca en el mar, su mayor inspiración.

Ese elemento, el mar, estuvo presente en sus primeras obras, cuadros de la ciudad de noche, con el mar bañando sus costas, los tenues reflejos de la luz sobre el agua, el paseo marítimo, los caminantes noctámbulos. «Desde entonces, desde mis inicios, aparece el agua como elemento simbólico. No como eje central, pero sí está presente, hasta que me aburrí de pintar cuadros de A Coruña porque soy muy cambiante y me presiono mucho para que mi obra evolucione», dice con tono alto y hablar apresurado.

Llegó a A Coruña hace trece años procedente de Madrid, donde había estudiado un ciclo superior de arte, modelismo y maquetas, oficio que le permitió mantener a su familia los primeros años en Galicia. Hasta que un día le dijo a su esposa que se lanzaría a la piscina, que lo suyo era la pintura, que lo intentaría. «Yo pintaba desde pequeño. Mi madre dice que era muy nervioso y por eso me daba un lápiz y un papel, y luego no me veía en toda la tarde. Recuerdo que en el colegio, en el instituto, dibujaba mucho, cómics, ilustraciones que veía. Tengo carpetas llenas de Goku, y de los personajes de Dragon Ball, todo hecho con lápices de madera. Las guardo con cariño y las veo como el germen de lo que soy ahora», prosigue el artista.

diez años de la primera exposición

En cuatro meses, en octubre, celebrará los diez años de su primera exposición individual. «La hice en una galería que ya cerró. Fue mi primera exposición individual, pero no me la tomé muy en serio. En ese entonces pintaba Coruña de noche, los atractivos turísticos como la torre de Hércules. A la gente le gustó mucho y me animó a seguir pintando. Antes ya había realizado exposiciones colectivas y dictaba clases en Madrid y Toledo, pero esa fue mi primera experiencia individual y fue en Coruña», dice mientras exhibe un retrato.

En las paredes de su estudio cuelgan los cuadros que casi todos conocen, y que lo caracterizan: mujeres que flotan cual sirenas bajo el agua; bañistas en la piscina, rostros salpicados por la fuerza del agua; el verano, el mar, el agua como elemento en constante movimiento, y que conformaron la exposición (Pool) que realizó hace dos meses en A Coruña. Porque si hay un artista que pinta el elemento agua con elegancia y profundidad, con un marcado estilo realista, al detalle, y que al mismo tiempo se ha ganado el aplauso del público de Galicia, no hay duda de que es él.

Cuando mira en perspectiva, Álvarez suspira y dice que, si tuviera que evaluar su carrera artística hasta este momento, ya cumplió. «Si entendemos el arte como hacer todos los días lo que te gusta, creo ya es un éxito lo que hago. Soy feliz pintando, y puedo vivir del arte», agrega al tiempo que precisa que, como en la vida misma, hay rachas buenas y épocas oscuras. «A veces vendo mis cuadros, en las exposiciones, a pedido, y eso lo combino con las clases que dicto. Ahora tengo diez alumnos. Uno como artista tiene que acostumbrarse a ahorrar», dice y suelta una risa larga que rompe el silencio de la calle.

Sobre su futuro, se ha planteado dejar atrás el elemento agua que acompaña sus cuadros desde hace años, y lanzarse a los retratos. «Comenzaré una serie de cuadros sin agua, centrados en la línea del retrato, en las miradas, con grafitis detrás, en un entorno más urbano. Quiero darle una sorpresa a mi público, pero quiero salirme del agua. Es un reto para mí mismo y una alternativa para la gente», dice y se levanta a ratos para caminar por su estudio, observando cada obra suya con la agudeza de un artista que busca una imperfección, una pincelada demás. Porque él es un artista en constante evolución.