Moncho Borrajo: «En España el hacer reír está muy mal visto»

FUGAS

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El 19 de mayo, durante la gala final del EMHU, recibirá el premio Fugas por su «difusión y puesta en valor de la cultura y el humor gallego»

26 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

EI ncontenible en su verbo, sagaz en su perspectiva, sutil en sus algaradas, refinado en sus maneras, certero en sus observaciones, mordaz en sus críticas, burlón, antes que nadie, consigo mismo. Persona y personaje se dan la mano en Moncho Borrajo (Baños de Molgas, 1949), un cómico a la antigua usanza que ha sido quien de reinventarse a cada paso sin perder nunca su esencia ni su condición. Creador irrefrenable, su trayectoria abruma. Decenas de espectáculos, giras por medio mundo, novelas, ensayos, pinturas... Bien podría abrazar el ideal renacentista pero le tienta más el Siglo de Oro. No por sus conspiraciones, que también le atraen lo suyo, sino por el florecimiento de las letras, las artes y las ciencias. Cuestión esta que ha llevado al escenario en no pocas ocasiones. «Porque el humor no está reñido con la intelectualidad, sino todo lo contrario», comenta. «Ojalá hoy las gentes de la cultura fuesen los influencers y no cualquier gilipollas indocumentado que no es que escriba 140 caracteres por sintetizar, es que no es capaz de decir nada más».

Los organizadores del Encuentro Mundial de Humorismo (EMHU), que se celebrará en A Coruña a partir del 13 de mayo, han decidido conceder, en su primera edición, el premio Fugas a Moncho Borrajo «por su contribución a la difusión y puesta en valor de la cultura, la historia y el humor gallego».

­-¿Cómo ha recibido este reconocimiento?

-Sería un desagradecido si dijera que no me ha hecho ilusión. Pero es que es mucho más. Por fortuna, uno a lo largo de su carrera ya ha ido recibiendo varios premios, pero este tiene un valor muy especial. Porque me lo dan en Galicia y me lo conceden, no los cómicos de mi generación, sino los jóvenes. Eso es muy grande.

­-Ya sabe que cuando a uno le empiezan a dar estos premios por toda su carrera suena a jubilación...

-Pues se van a joder, porque yo pienso seguir en los escenarios [se ríe]. El único que a mí me puede jubilar es el público. Y por ahora no es el caso.

­-Le dan el premio por la difusión del «humor gallego». ¿Existe realmente un humor gallego?

-Por supuesto que existe. Y es uno de los más singulares que hay en España. No busca el chiste, como, por ejemplo, el humor andaluz. Nós non contamos chistes, botamos contos. Yo siempre cuento que mi madre quería una niña y mi padre un niño, y como Dios es muy listo... Y me callo. Cuando lo digo en Galicia todo el mundo se ríe. Pero cuando lo digo en otras partes de España, tengo que acabar la frase. El humor gallego es un humor sutil, que dice sin decir. Es un humor que bebe de fuentes muy cultas: Wenceslao Fernández Flórez, Julio Camba, Castelao y, por supuesto, Valle-Inclán. ¿Porque qué es el esperpento sino la sublimación del humor absurdo llevado a su máxima expresión?

­-¿Cómo era el Moncho Borrajo niño? ¿Era el chistoso de la clase?

-El chistoso no, pero el ingenioso sí. Cada uno tiene que buscar sus armas. Yo como llevaba gafas no podía jugar a nada. Probé con el fútbol, con el baloncesto, con el hockey... Pero era imposible. Así que como siempre fui de palabra fácil y no tenía vergüenza me fui defendiendo gracias a eso. Eso sí, tengo que reconocer que a pesar de ser un niño rarito nunca sufrí bullying en el colegio.

-¿Se puede hacer humor de todo? ¿Dónde están los límites?

-Los límites se los pone cada uno. Yo, por ejemplo, jamás he hecho un chiste de un cojo, un tullido o de una persona con discapacidad. Pero es un límite que me he impuesto yo. El humor tiene que empezar por uno mismo. Y una vez que ríes de ti mismo ya puedes reírte de todo lo que quieras, sin que por ello se tenga que perseguir a los humoristas como si fuésemos asesinos. Esa persecución ha provocado que lo que hoy se ha impuesto es lo políticamente correcto. Y esa es la peor censura que existe. Hoy los cómicos no arriesgan porque, si no, saben que no van a salir en televisión.

-Sus apariciones televisivas son cada vez más escasas. ¿La tele le abandonó a usted o usted abandonó la televisión?

-Al contrario de la idea que tiene la gente, yo nunca he sido muy televisivo. Yo solo salí cuatro veces en el Un, Dos, Tres. Y aparecía puntualmente en algunos de aquellos programas de variedades que hacían José Luis Moreno o Mari Carmen y sus Muñecos. La televisión no me gusta. El público está muy lejos. Y es posible que yo tampoco le guste a la televisión. No soy un cómico cómodo para la tele.

-Humor y política son como agua y aceite. Sin embargo, un cómico ha ganado las elecciones y va a ser el próximo presidente de Ucrania. ¿Qué opinión le merece esa situación?

-No me gusta que los cómicos se metan en política. El humor es una cosa muy seria. Yo he tenido ofertas para entrar en política y las he rechazado. ¿Crees que yo no sería capaz de decirle a la gente lo que quiere escuchar, que es la gran baza de los políticos? Por supuesto que lo sería. Tengo más tablas en la escena que cualquiera de ellos. Pero me parecería una desfachatez por mi parte.

-¿Cuál es el político que más le hace reír?

-A mí me da mucha pena que un político me haga reír. Los que tenemos que hacer reír somos los cómicos. Los políticos actuales han denostado el arte de la política, que era algo muy digno. En Twitter he definido lo que he vi el lunes como el dewater porque, sinceramente, era para tirar de la cadena.

-¿Algún político le hace llorar?

-Sí, muchos. Principalmente por su falta de respeto al lugar en el que se encuentran y al trabajo que desempeñan. ¿Tú te imaginas que en mitad de una función yo me duerma, me vaya o saque una tablet y me ponga a jugar? Pues eso ocurre a diario en el Congreso.

-¿El humor es cosa de risa?

-No, no. Te repito que el humor es una cosa muy seria. Es la profesión más difícil que hay. Lo que pasa que en España el hacer reír está muy mal visto.