Parecen mentira pero son verdad

FUGAS

En plena fiebre de la llamada escritura del yo cabe reescribir una máxima: «No dejes que la ficción te estropee una realidad». De las memorias de Hemingway al último fenómeno editorial, el debut de la irlandesa Patricia Gibney, hoy nuestro escaparate ofrece una selección de verdades literarias. Leer es un ejercicio de confianza

11 sep 2018 . Actualizado a las 17:10 h.

La realidad y la ficción tienen una relación que viene de largo, un largo y desigual idilio que ha ido adoptando distintas formas de convivencia. Una de las últimas, y más exitosas, se denomina autoficción, y es esa escritura del yo que encaja con la demanda de un público que aprecia la huella de lo verídico sobre los aires de la fabulación. El sello Blackie nos ha dado varios «novelones» que son pura realidad. Ahí tienen, por ejemplo, Instrumental, esas memorias de música, medicina y locura marcadas por la tragedia y la luz de nuestro James Rhodes.

Uno de los últimos fenómenos en llegar a las librerías ha sido la inspectora Lottie Parker, con un noir basado en los abusos de la Iglesia a niños pequeños durante varias décadas en Irlanda. Tras la visita del papa a Dublín, donde expresó su vergüenza por estos «crímenes repugnantes», llega en Principal de los Libros una pieza que vendió 100.000 ejemplares en un mes. Los niños desaparecidos es el debut de la irlandesa Patricia Gibney, una mujer con su propia novela personal. Madre de tres hijos, Gibson sufrió en el 2009 la muerte repentina de su marido. Y empezó a escribir, en busca de terapia y un refugio. El dolor de la pérdida, la sensación de irrealidad que conlleva perder a un ser querido, es el corazón de Salvaje, el viaje de dos mil kilómetros a pie sola de Cheryl Strayed, que con solo 22 años creyó haberlo perdido todo tras divorciarse y engancharse a las drogas. Sus devaneos tras la muerte de su madre (espléndida Laura Dern en la película que se hizo sobre el libro, y una actriz que ha vuelto a estremecernos con The Tale) la llevan a un punto de no retorno. Strayed da un salto al vacío: decide recorrer el Sendero del Macizo Pacífico, Costa Oeste de EE. UU., desde el desierto Mojave en California y Oregón hasta el estado de Washington. Es un viaje duro, real y realista, flanqueado de debilidades que revelan la fortaleza y capacidad de resistencia en un medio hostil, en situaciones límite. «Algo brotó dentro de mí mientras seguía con el dedo la línea irregular en un mapa. Recorrería esa línea, decidí; o al menos tanto de ella como pudiera en unos cien días. Desmoralizada y confusa, vivía sola en un estudio en Minneapolis. Todos los días me sentía como si mirara hacia arriba desde el fondo de un pozo. Y me propuse convertirme en una montañera solitaria. ¿Y por qué no? Había sido ya muchas cosas. Afectuosa esposa y adúltera...», no dejamos de leer, de caminar, de rodar por la escritura en pendiente de Strayed.

Con su revés maestro para la crónica, Martínez de Pisón retrata a Filek, el hombre que timó a Franco con una gasolina hecha a base de flores, agua, vino y naftalina. ¿Tendrá la filekina propiedades para acelerar el caso Valle de los Caídos? Discúlpenme.

La ficción se crece en su misterio y maneras en otra novela-paseo de Vivian Gornick tras Apegos feroces. La mujer singular y la ciudad es una joya que muestra que la ficción tiene una partenaire perfecta en la memoria.

Entre las clásicas, podríamos escoger París era una fiesta y volver a los 20 con Hemingway, en la ciudad de la luz y la Generación Perdida, donde no deja uno de encontrar cafés, hojas, caballos, libros, amores, alegría.