«Leer», un libro para contemplar

FUGAS

02 dic 2016 . Actualizado a las 05:20 h.

En el año 384 se produce un momento tan decisivo como maravilloso en la biografía de la literatura. Sucede cuando, recién llegado a Milán, el futuro san Agustín visita al futuro san Ambrosio, entonces obispo de la ciudad. Agustín de Hipona describe estupefacto al primer lector silencioso de la historia:

-Cuando leía, sus ojos recorrían las páginas y su corazón penetraba el sentido; mas su voz y su lengua descansaban. Muchas veces, estando yo presente, pues el ingreso a nadie estaba vedado ni había costumbre en su casa de anunciar al visitante, así le vi leer en silencio y jamás de otro modo.

Hasta entonces, como recuerda Alberto Manguel en Una historia de la lectura, a nadie se le había ocurrido leer para sí mismo. Siempre se había leído en voz alta. A partir de ese instante insólito, el ser humano se zambulló para siempre en el silencio de la página. Y se puso a leer. Se puso a leer libros, periódicos, revistas, tebeos, páginas sueltas, lo que fuese. Se puso a leer en el camerino de un circo de Nueva York, en la orilla del Sena, en medio de una acera de una calle perdida de Buenos Aires, en el metro de Tokio o en un portal de Estados Unidos. Y así leemos y leemos, callados, con los ojos acariciando las palabras. Leemos en bibliotecas, librerías, azoteas, tejados, terrazas, parques, jardines o monasterios.

Y a todos esos lectores silenciosos y anónimos los captó con su cámara, desde 1915 a 1970, año tras año, ciudad tras ciudad, el fotógrafo André Kertész. Y esas imágenes de los lectores silenciosos de todos los tiempos, de todos los mundos, las podemos contemplar en un libro para mirar titulado Leer. Lo publican mano a mano Errata Naturae y Periférica. Y firma el prólogo Alberto Manguel, el mismo que nos había descubierto la invención de la lectura silenciosa hace ya tantos siglos en Milán, cuando San Ambrosio puso en marcha los engranajes de esta maquinaria de extraños seres que aún hoy se atreven a cometer en silencio el acto más revolucionario posible: leer.